Poesía Peruana: ¿Hacia dónde va? un texto sobre Poesía Peruana Joven por Roberto Valdivia

Poesía peruana

El siguiente texto es el Prólogo de la antología de Poesía peruana, Camboya, a publicarse en Marzo de 2018

HAY UNA LUZ QUE NUNCA SE APAGA

Todo lo que he necesitado

Ha sido alguien en quien creer

No todos los días

Pero al menos algunas veces

Creer

Angel Olsen

 Poesía 1

TODAS LAS HISTORIAS DE POETAS SON HISTORIAS DE FANTASMAS

El desinterés generalizado en la literatura en el Perú es algo tan evidente para las personas que nos movemos en este medio (escritores, editores, reseñistas y lectores) que ha llegado a convertirse en algo perenne en el paisaje de las personas que leen y publican libros. Tan inamovible y natural como el sol en el cielo. Y tan poco discutible de tanto ser una aparente regla universal sobre la cual nos debemos mover.

Dentro de los géneros literarios, esa forma de clasificar los textos de ficción para su consumo tanto crítico como monetario, el rubro de la poesía vive en el Perú una situación aún más huérfana que la de sus hermanos narradores y sus primos documentalistas. Las ventas del rubro de poesía son ínfimas en comparación con los números de los autores de narrativa. Pensemos por ejemplo en la notoriedad que tuvo el boom de narradores de “autoficción” hace apenas unos años.  Claro, esta movida fue orquestada no desde pequeños autores sino desde el marketing de transnacionales como Random House. Pero lo cierto es que inclusive editoriales de narrativa pequeñas y que podemos considerar independientes como Animal de Invierno poseen un mercado unas cinco veces mayor que las de sus pares especializados en el rubro de poesía.

Esta situación se torna paradójica cuando nos damos cuenta que el número de personas que escriben poesía en el Perú parece haberse multiplicado especialmente en el rango de edad de 20 a 35 años. No es exagerado afirmar que en los últimos cinco años se han vivido auténticas oleadas de nuevos poetas, proliferando no solo en las redes sociales y en  las publicaciones virtuales sino publicando libros editados por proyectos independientes que por lo general resultan efímeros y desaparecen luego de unos cuantos títulos. O en todo caso editándose por ¡ellos mismos! Lo habitual cuando te encuentras en una charla en una de las universidades que poseen una tradición literaria (UNMSM, PUCP, UNFV, lo mismo que en la UNSA Arequipeña o la UNAP de Puno) es que se discuta la labor de los nuevos escritores jóvenes y sus promesas, casi universalmente adscritas al rubro de la poesía. Una de las preguntas que asustan a los aficionados a la narrativa entre los claustros de la Universidad de San Marcos, por ejemplo, es ¿Dónde están los nuevos narradores? Ya que a pesar del impulso de las revistas de microficción (por mencionar cualquier especialidad de moda entre los narradores jóvenes) pareciera que el cetro perteneciera en absoluto a los poetas. Al parecer, los narradores jóvenes son adultos de 35 a más años que firman contratos con Random House. Por el otro lado, los recitales proliferan. Los micrófonos libres congregan grupos de personas estimables de nuevos autores que desean con una cuasi-desesperación que alguien los escuche, tal vez imaginando que estar frente a un público de poetas es similar a anotar un gol frente a un palco de gerentes del Bayern Munich. Los talleres de poesía impartidos  por autores particulares que por lo general son poetas con algo de prestigio debido a un premio o una trayectoria reconocida al menos parcialmente, proliferan de manera mucho más virulenta comparada al 2012, fecha en la que empecé a leer poesía peruana contemporánea asiduamente.

Estos hechos son inverosímiles sabiendo que al menos hasta que tengas cincuenta años, un prestigio suficiente para dirigir un taller o la suerte de ganar uno de los pocos premios de poesía cuyas convocatorias están restringidas a peruanos; la mayor satisfacción de permanecer en el medio pareciera ser la de recibir unas cuantas caricias al ego personal,  la validación de la autoestima por la aprobación de un grupo reducido de personas.1

Es en este escenario donde aparecen los poetas sobre los cuales voy a hablar en este texto y del cual se dedica el libro entero. Salvo algunas muy pequeñas variables, la situación es casi idéntica a la del 2012, refiriéndome a notoriedad, relevancia y monetarización de sus libros. No es en absoluto el mismo escenario en cuanto a propuestas estéticas y digamos, la calidad y el alcance de estas. Esa es la principal razón para escribir un texto como este, al parecer algo está sucediendo,  existe algo interesante sobre lo que discutir.

Poesía 80s

¿QUIEN DIABLOS SON LOS ARTIC MONKEYS?

Una de las razones por las cuales muchos de mis compañeros de edad se aventuraron en 2013 o 2014 a crear algún blog muy probablemente a estas alturas descontinuado sobre poesía peruana es precisamente debido a un descontento profundo que varios de los autores aparecidos por esos años sentían frente a los nuevos poetas de esas décadas. Si los años 60s y 70s habían significado el esplendor de una poesía rockera y de libros memorables, la de los 80s se veía como una promesa no cumplida, los 90s como la más grande edad oscura desde los años 40 y la primera década del Siglo XXI tan solo como una leve mejoría.

Si los años 90s fueron la primera introducción generalizada de una posmodernidad cínica o nihilista, desencantada de los grandes ideales que movieron por ejemplo a los Hora Zero durante los años setenta; también fue el inicio de un “todo vale” estético que derivó en la progresiva falta de rigor formal de los nuevos poetas. Existía entre los nuevos poetas aparecidos desde el año 1991 hasta el 2002 un deseo espeluznante de diferenciarse de sus pares como de sus predecesores inmediatos. El llamado generalizado al parricidio sin mayores armas que la buena voluntad terminó en el fiasco. Tan solo unos años luego, a mediados de la primera década de los 2000s, los nuevos poetas jóvenes eran conscientes de la inutilidad de esa irresponsabilidad formal y decidieron apostar nuevamente por proyectos arquitectónicos y mucho más pensados. Proyectos como Octubre de Manuel Fernandez o Présago de Romy Sordoméz datan de esas fechas. Y fueron libros no solo interesantes, sino también muy buenos y disfrutables.

El caso es que esa vuelta a la sensatez formal se tradujo para el final de la primera década de los 2000s y los primeros años de la presente en un nuevo error generalizado: la búsqueda por lo correcto y la perfección arquitectónica de los nuevos autores condujo a una hiper-literaturización de los nuevos poetas. Muchos de estos autores no navegaban en las aguas del modo anglosajón sino en las villas del neobarroco, bebiendo de autores locales como Santivañez, Morales Saravia o Elio Velez. Para 2012 lo mejor que se le podía decir a un libro de los nuevos era “consistente” y “formalmente correcto” y lo peor y mucho más común era “soporíferos e intercambiables”

Los proyectos de corrección formal y de arquitectura neobarroca se convirtieron también en el plato preferido para los jurados de los pocos premios de poesía con prestigio y una considerable dotación económica. El COPÉ de Petroperú y El Premio Watanabe de la asociación Peruano Japonesa han abrazado con muy poquísimas excepciones este modo de escritura en la última década.

Estar fuera de la corrección generalizada entonces parecía ser algo similar a la de convertirse en un paria. Esta corrección significaba escribir dentro de los paragones de lo que el buen poema debía ser. Escribir con un ISO 9001 y empezar a tratar los poemas como productos en busca de una eficiencia cuasi-corporativa. Un dato adicional, los talleres de poesía que empiezan a proliferar en Lima y sobre los cuales me refería hace unas páginas atrás no son centros de discusión sobre las posibilidades de escritura que podemos explorar como autores, ni tampoco se tratan de enseñarnos a convivir con ciertos riesgos dentro de la ficción sino son más bien refinerías de pulido, lugares donde los aspirantes a poetas se reúnen con la pretensión alquímica de encontrar el poema eficiente y perfecto.

Esta situación ha pateado hacia la insularidad primero a autores de los años 90s y 2000s como Rafael Espinoza, Giancarlo Huapaya o Frido Martin, quienes son vistos como dueños de poéticas raras en lugar de síntomas de algo que está sucediendo a un grupo de poetas atendible. Si nos ponemos a pensar en los autores de mayor edad reunidos en este libro, podremos darnos cuenta que las propuestas de autores como Cristian Briceño, Mario Morquencho, Rosa Granda o Santiago Vera discurren en líneas tanto como ambiciones estéticas que no están asentadas en el funcionamiento eficiente  y correcto de las camadas barrocas de los años 2000s. Por ejemplo, el trabajo de Santiago Vera, enmarcado en su trabajo realizado dentro del colectivo Animalisa, se produce en una alternancia entre lo literario y elementos que pervierten este esquema. No significa esto una desliteraturización absoluta, como la que el propio Vera u otros integrantes de su colectivo han realizado en algunos de sus trabajos, en los cuales el sentido de las letras sobre el papel  no tiene que ver con el significado gramatical de los versos sino con su coordinación visual. Algo similar a lo que propone el mexicano Ulises Carrión en su “El Nuevo Arte de Hacer Libros”, o el trabajo de los poetas conceptuales norteamericanos de los últimos años.

Los textos reunidos en esta antología surgen desde una idea de una literatura post- literaria a la que debido a su  libre recorrido entre géneros y disciplinas, preferimos llamar escrituras. Algo parecido a lo que se refiere Josefina  Ludmer en su texto titulado literaturas postautónomas 2.0

Imaginemos esto. Muchas escrituras del presente atraviesan la frontera de la literatura (los parámetros que definen qué es literatura) y quedan afuera y adentro, como en posición diaspórica: afuera pero atrapadas en su interior. Como si estuvieran ‘en éxodo’. Siguen apareciendo como literatura y tienen el formato libro (se venden en librerías y por internet y en ferias internacionales del libro) y conservan el nombre del autor (se los ve en televisión y en periódicos y revistas de actualidad y reciben premios en fiestas literarias), se incluyen en algún género literario como ‘novela’, y se reconocen y definen a sí mismas como ‘literatura’.

La escritura de Rosa Granda opta por traer lo ensayístico al poema. Los “poemas” de Gustavo Lobatón parten de un modelo coloquialista cortado transversalmente, poblado de bugs que significan el ritmo de los mismos. La tensión en la secuencialidad de los textos de Josué Hipolo se halla en buena medida en su ¡narrativa! y sus movimientos de texto a texto se ven ordenados por la presencia aérea de una trama.

La existencia de estos factores en las escrituras de los nuevos no es solo relevante en cuestiones de que estos libros nos parezcan mucho más interesantes que el de los literaturizados, sino en el número de los autores que han aparecido en este “modo” de 2012 en adelante. Los textos de estos autores se hallan en un permanente diálogo no solo saltando las cercas hacia los registros del ensayo o la narrativa; sino ejecutando mímesis de varias de las técnicas traídas de disciplinas del cine, el rock, el diseño gráfico o la música electrónica, específicamente el accionar del DJ.

Poesía Joven J Estiven Medina

RICK Y MORTY

Los autores que tratamos en este texto son doce, nacidos en un intervalo que va de 1982 a 1999. Entre este intervalo de dos décadas se encuentran al menos dos promociones de peruanos que vivieron la llegada del posmodernismo en forma de los planes económicos neoliberales durante el gobierno de Alberto Fujimori, el vacío ideológico del “fin de los grandes relatos” a la par de ser los primeros nativos digitales, de mayor agilidad y conocimiento de las normas y maneras de posicionamiento a través de redes sociales  mientras menor edad tienen.

¿Por qué sería importante anotar esto? La progresiva desliteraturización de los nuevos autores no surge de la nada o de un deseo pseudo-vanguardista frente a la literatura, sino del contexto social e histórico en el que han vivido estos. Los dos pilares del contexto que más han determinado el devenir de esta generación son ese multitasking extremo con el que consumimos cultura en  este momento, influido por la hipermediatización y la llegada final a nuestra cotidianidad del Internet. El segundo tiene que ver con el cuestionamiento permanente al corpus de las “literaturas nacionales” que significa ahora este sencillo salto de tradición en tradición para los nuevos autores.

A estas alturas es muy difícil encontrarnos con poetas jóvenes que traten las referencias a figuras pop, canciones, inside jokes o memes como elementos fuera de su radar habitual de referencias / influencias. Si en Briceño aparecen algunas menciones un tanto pudorosas a Homero Simpson o Susy Díaz, (una forma parecida a como Pynchon se refería en sus primeros trabajos a los referentes pop que colocaba en sus novelas: un objeto del cual es consciente no está al cien por ciento en el lugar adecuado) este pudor es inexistente para los autores nacidos luego de los 90s, como Kevin Castro o J Estiven Medina Ortiz.

Esta idea de la ruptura entre alta y baja cultura no es para nada nueva ni siquiera en el ámbito local, pero no es a lo que me refiero. A lo que me refiero es que no solo nuestra percepción de cultura se ha anchado lo suficiente para aceptar que un comic como Watchmen puede ser considerado tan bueno como una gran novela, ni de que no nos moleste que Bob Dylan haya ganado el premio Nobel. Lo que ha sucedido es que esa baja cultura, lo pop, se ha acabado por sedimentar en nuestras psiques de manera natural y subconsciente. Nuestros recuerdos de infancia son nuestra remembranza a ciertas marcas que en la actualidad han dejado de producir ciertos productos. La melancolía es percibida por la ausencia del sabor característico de tal salsa de McDonalds que probamos a los seis años. Se nos dice que tal personaje entró vestido con un polo de los Arctic Monkeys y entendemos la referencia inmediatamente y con absoluta precisión. Esa cultura pop inicialmente dispersa por la televisión y ahora hiper-cotidianizada a través del Internet, nos ha absorbido de tal forma que nuestros movimientos en la vida real parecieran inside jokes, que milagrosa o trágicamente entendemos sin ningún  problema.

Poesía 90s

HAN PASADO OCHENTA AÑOS

Entonces esta nueva generación de escritores se halla entre el borde del abismo y la cuenca de ese abismo. En un medio reducido y pobre en el cual se tiene como fetiche al poema correcto y a la literariedad, estos autores parecieran haber aparecido en el peor momento y en el lugar equivocado. A excepción de Cristian Briceño, ninguno de los autores antologados ha ganado ninguno de los premios importantes en este país  (y Briceño lo ganó con un libro radicalmente distinto a los textos que antologamos en esta muestra, un libro que despreciamos profundamente pero cuya existencia se puede explicar tal vez con una razón que todos pudiéramos suscribir, si sabemos como funciona el sistema podemos aprovecharnos de él) Si contamos las últimas tres ediciones del Copé, el Watanabe y la única edición del renacido Poeta Joven, tenemos que un poeta de un gusto correctísimo como lo es Marco Martos ha sido convocado como jurado en 5 de estos 7 concursos. La camada de poetas “contra el poema” (o tal vez más específicamente, “contra la literaturización del poema”) pareciera tener todo para pasar inadvertida. Con un medio pobre gobernado por un gusto anacrónico, la brecha generacional los convierte en los raros, los autistas, los hipsters de las referencias a Internet. El problema es que el muestrario de rarezas es en este caso lo suficientemente grande para ser más que una anomalía. Es todo un circo de enanos.

Poesía Conceptual

CONTRA EL SENTIMIENTO

Si bien los autores reunidos en esta selección tienen como paradigma de reunión el de tener escrituras hasta cierto punto desliteraturizadas es necesario apuntar también que existen dos modos entre estos poetas de afrontar su entorno, el de una posmodernidad digital y una internet regida por una hiper-democracia.

La medida que autores como Briceño, Granda o Vera toman su enfrentamiento con la posmodernidad es la de un nihilismo o un desencanto irónico hacia cualquier atisbo de lo que fue un “gran relato”. Esta desprogramización ideológica de los poetas peruanos empieza con fuerza en los años 90s y son claros referentes autores de ese entonces como Lorenzo Helguero, Lizardo Cruzado y Montserrat Álvarez.2

Una de las consecuencias de habitar en un mundo hipermediatizado y de proliferación de información es que para un intelectual o al menos para un consumidor más o menos curioso le es suficiente teclear un par de palabras en el buscador de google para darse cuenta que la mayoría de héroes, consignas sociales y proyectos de gran escala parten de intereses personales o corporativos bastante alejados de lo que su apariencia quiere darte a entender. Tenemos el pleno conocimiento que todas las cosas han sido pre-fabricadas, la verdad no es necesariamente la verdad y que creer ciegamente se paga en casi todas las ocasiones con la traición y un “ahh, que ingenuo fui al pensar que…” interno. Esa es la percepción de la posmodernidad en su relación más inmediata. El hecho de tener una cultura visual  no significa solo recibir una tonelada de noticias de abusos y asesinatos a diario en su forma más gráfica, sino también el de que  nuestros procesos de asimilación de esta información sean menos reflexivos, lo que termina en replegarnos hacia nuestra propia individualidad y eventualmente conducirnos al solipsismo.

Es desde esa tensión donde se escriben libros como La Trama Invisible de Cristian Briceño o Torschlusspanik de Rosa Granda. Ambos libros son eminentemente nihilistas. El primero es cínico y dota a un personaje como conductor dentro de un paisaje de aburrimiento extremo, el uso de la ironía por la ironía está en casi todos los textos del libro, ordenados como prosas en torno al aburrimiento. La segunda opta por casi-desaparecer el personaje y escribir un libro que se mueve por movimientos de paisajes, montajes sin actores para graficar el fracaso de las convicciones a estas alturas del siglo XXI.

El mismo caso se da en El Libro de las Opiniones de Santiago Vera. Al parecer la primera forma de enfrentar el vacío posmoderno y su inherente estancamiento es el de formar unas costras enormes en los rostros como protección a ese exterior violento y confuso. Los primeros autores de esta desliteraturización de la escritura se enfrentan replegándose. Lo que tenemos en el mencionado libro de Vera es, por ejemplo, el paso más arriesgado de los que transitan el pesimismo: escribir un tratado sobre esa desolación, adentrar en ese aburrimiento no para alabarlo, sino más bien para ser como una especie de sismólogo caminando entre las ruinas y anotando en su libreta acerca de las columnas que cayeron.

En Vera, Granda o la reciente movida de “Poetas del Lenguaje” el rechazo a las convicciones se traduce también en una pérdida de interés por la sentimentalidad en los poemas. Las escrituras de este tipo, cada vez más cercanas a la poesía conceptual, constituyen un arte que trata más con el intelecto que con el corazón del lector. Esto en algunos casos la puede volver hermética y hasta en ocasiones poco legible. Vale la pena anotar que este rechazo a la sentimentalidad ya se hallaba en autores del “Nuevo Formalismo”3 de inicios de esta década, a la par que la ironía, el nihilismo y el desencanto que caracterizará a los primeros desliteraturizados.

Poesía 2000s

SACAR UN OJO Y REPONER UNA NARANJA

El giro inesperado lo parecieran tener la segunda promoción de desliteraturizados nacidos del 89 en adelante. El trabajo de Ana Carolina Quiñonez Salpiettro ha sido comparado por sus referencias pop, agilidad y extensión de los textos con el trabajo de la autora de los años 2000s Tilsa Otta, cuando en realidad se encuentran distanciados por cuestiones fundamentales de fondo. Mientras Tilsa Otta reviste su escritura con una ironía antónima a la ingenuidad, Quiñonez Salpiettro le da una oportunidad a esa ingenuidad y a escribir desde personajes sentimentales.

El caso es el mismo en Kevin Castro, quien utiliza las referencias pop con una naturalidad comparable a los autores norteamericanos de la Narrativa de la Imagen de los años 90s como Mark Leyner. Hacia los más jóvenes esa naturalidad solo aumenta. J Estiven Medina Ortiz escribe permanentemente desde canciones o películas como mitología en sus textos la historia de una juventud aventurera delimitada por la presencia de la muerte y la responsabilidad inherente que esta significa. Nos hallamos frente a una nueva pregunta ¿Por qué de pronto este regreso a la sentimentalidad significa el rasgo específico de los desliteraturizados más jóvenes?

Tenemos que recordar que la influencia cultural para esta promoción más joven estuvo marcada ya no solo por la posmodernidad y la deconstrucción sino también por el cuestionamiento a esta posmodernidad, un interés marcado en el personaje no solo en sus relaciones internas y su percepción individual sino en su relación con su entorno inmediato y finalmente con la humanidad. Contrario a lo que pudiéramos esperar esta pos-posmodernidad inició su entrada a la cultura Pop con aquello que sería llamado la Nueva Sinceridad desde autores como David Foster Wallace, Jonathan  Franzen o William T. Vollman que influyeron significativamente la producción de los guionistas de series norteamericanas en los 2000s . Desde el 2001 en adelante este retorno a expresar la sensibilidad en un solo sentido, contraria a la ironía por la ironía se mantuvo presente en contadas ocasiones en el mainstream de lo pop (pensemos en la película de Sofía Coppola, Lost in Translation, Beginners de Mike Mills, el indie norteamericano cinematográfico de los años 2000s y bandas inicialmente de culto como Arcade Fire así como shows de la “edad dorada de la animación” como Rick and Morty o Bojack Horseman) pero de mayor presencia en circuitos alternativos (los memes pos-irónicos o llamados también “memes positivos”, la música vaporwave o sadwave, literaturas Alt Lit como las escrituras de Ellen Kennedy) Si usted está rascándose la cabeza o pensando que soy lo suficientemente ingenuo como para citar todas estas influencias anglosajonas como relevantes olvidando que vivimos en un país latinoamericano que puede tener bastante presente el deseo de convertirse en eso que ve en las pantallas de Internet pero no lo es, les recordaré que los autores de este libro así como sus pares generacionales intelectuales consumieron con la misma avidez shows locales como Al Fondo hay Sitio a la par que siguen las enrevesadas tramas de Games of Thrones. Que estas mismas personas se documentan sin notarlo de violencia gráfica local tanto como de atentados en Nigeria o Arabia Saudita (Sin que esto sea necesariamente un don, sino simplemente las características de los lentes) Y esta entrada a estas referencias a través de la proliferación de memes que son inside jokes de estos referentes solo aumenta y es la forma en que los autores de este libro, peruanos de clase media alta y baja, consumen cultura y entretenimiento. Y que si bien los autores pos-posmodernos no han conseguido premios o cantidades considerables de dinero por su trabajo, han alcanzado una cantidad mayor de lectores a través de su presencia en Internet y por sus textos que se reconocen a sí mismos explícitamente como entretenimiento y se toman en serio, divertir. Que aquello a que llamaremos “Boom de la Poesía e Internet” de 2013-2015 que significó la llegada de referentes norteamericanos de la Alt Lit a la par de una cantidad enorme de poéticas latinoamericanas desliteraturizadas a los textos de los nuevos poetas y que en algunos casos fue más que todo un bluff, no hubiera podido conseguir cierta notoriedad si sus autores hubiesen sido unos lerdos en cuanto al manejo de las redes sociales y ciertas claves de marketing inherentes a las mismas.

De hecho la única brecha dentro de los escritores cercanos a poéticas del lenguaje o conceptuales y los pos-posmodernos pareciera ser que estos ven a los segundos como un retroceso al romanticismo y a la convicción dogmática (hoy llamada ingenuidad) del personaje de los grandes relatos de los años de Hora Zero4, en lugar de un proceso de reconstrucción de la sentimentalidad del personaje luego que esta fuera inhabilitada durante el cinismo de los 90s. Sobre esta recepción un tanto reticente el norteamericano David Foster Wallace ya hablaba en su famoso ensayo sobre Narrativa y Televisión titulado E Unibus Pluram:

[Los Nuevos Narradores Norteamericanos] Que traten de los viejos problemas y emociones pasados de moda de la vida americana con reverencia y convicción. Que se abstengan de la autoconsciencia y el tedio sofisticado. Por supuesto, estos antirrebeldes quedarían pasados de moda antes de empezar. Muertos en la página. Demasiado sinceros. Claramente reprimidos. Anticuados, retrógrados, ingenuos, anacrónicos. 

Esta vuelta a la sentimentalidad encuentra coherencia con su entorno histórico pos-gran relato al no plantear personajes ñoñamente embelesados con sus convicciones ni regresar a las formas pre-posmodernas como lo haría claramente un melancólico. En cambio, estas escrituras utilizan los hallazgos de los autores eminentemente posmodernos para armar un nuevo norte ético, preocupado en responder a la incertidumbre5 de la realidad hiper-mediatizada y establecer un código moral hacia afuera tomando responsabilidad de sus acciones, desdeñando el “todo vale” del relativismo moral típicamente posmoderno.

Y al mismo tiempo se reconocen como entretenimiento. Esta Poesía/ escrituras están claramente menos desliteraturizadas que las de los conceptualistas, y no se tienen problemas en recuperar ocasionalmente alguna que otra forma de cargar sentido procedente de, inclusive, la lírica. Esto sucede en un momento especialmente crítico debido a que el rubro de poesía se encuentra mayoritariamente alejado de lo que entendemos como Entretenimiento en su modo de distribución y promoción. Existe un aura sobre la cual cualquier narrador se partiría de risa, que consiste en pensar que los libros de poesía no son productos y  no deben comercializarse pues están al margen del mercado. He visto varios poetas ya entrados en años enrojeciéndose cuando se les pregunta si les importa que su libro se venda y que te responden con una pose prediseñada diciendo que no les importa que su libro no se venda, que ellos no creen que algo tan elevado como la poesía tenga que unir esfuerzos con algo tan capitalista como el marketing, que un buen libro atrae lectores por sí solo, porque ellos son poetas y no rastreros-prostituibles novelistas.6

El reconocer como entretenimiento algo que hasta hace unas décadas era considerado de forma general como lo  elevado, tanto desde el marketing como desde la estructura desde las cuales estas escrituras son escritas, pudiera significar el as bajo la manga que esta generación de autores podría utilizar para no ser aplastados por los literaturizados. La escritura de los pos-posmodernos es de hecho bastante atractiva y digamos viralizable, que resulta sorprendente que no haya proliferado más de lo que ya ha hecho.

Poesía final

EL AMOR VERDADERO TE ENCONTRARÁ FINALMENTE

Voy a permitirme acabar esta introducción7 con un aliento que podría ser calificado como ingenuo o cursi. Sin embargo no dejaré esta esperanza final a la pura ensoñación o al gratuito deseo. Si empalmamos estas líneas con el inicio de este texto, podemos ver que pese a que existe una generación de escritores interesantes después de bastante tiempo en la tradición poética de ciudadanos nacidos en esta República, el escenario de su aparición es también igual de arisco a ellos como lo era en 2012. Hay algunas mejorías, pocas pero existen, lo suficientes para incrementar un poco el radio de difusión de los libros de los nuevos, pero muy lejanas aun de sus hermanos narrativos.

Es decir, nos hallamos frente a escritores que siguen produciendo y lanzando libros cada dos o tres años así como a una cantidad de nuevos que proliferan aún en blogs, revistas y plaquettes, sin obtener un centavo por ello. Personas que aparecen en un escenario en el cual no es para nada probable una remuneración económica por venta de libros, en el cual no existen becas y los pocos concursos de Poesía son ganados por escritores de mediana estatura. Escritores que por cierto tienen muy poco de nuevos. Ni en los últimos tres COPÉs o Watanabes o el reciente Poeta joven, alguno de los galardonados con un incentivo económico en estos premios de Poesía nació de 1990 en adelante.

Y si bien al inicio de esto di a entender que fuera de las motivaciones económicas no existía algo que tentara a los nuevos a seguir intentando, esto no es cierto. Pero quise guardar esta verdad para las líneas que ahora vas leyendo. Existen escritores aun entusiasmados y que obran con total dedicación sus textos porque creen que con ellos pueden lograr cambios importantes. No significa esto que un poema podrá hacer cambios significativos, inmediatos y pragmáticos, en la situación económica de los damnificados del desastre más reciente. Lo que significa es que la ambición de estos escritores, desligada en absoluto del beneficio económico, es la ambición de los artistas que nos han conmovido hasta las lágrimas desde Gilgamesh. Y es la ambición de poder dar pie a ideas capaces de cambiar una situación sobre la cual están plenamente descontentos.

Y a pesar de la aparente calma con la que vivimos en esta república neoliberal, hay muchísimas cosas para estar descontento. Claramente, no hemos heredado un paraíso, y somos conscientes de la deriva hacia la cual varias de nuestras instituciones nacionales inmediatas han caminado. Creo que la ambición de un gran artista es la de poder responder a estas situaciones desde el arte y tener el poder de lanzar las respuestas, tan solo tentativas, a las condiciones que motivan su descontento. No sobreestimemos la acción: Esta es hueca sin ideas. Y de ideas están hechos los libros que se quedan por siempre dentro de nosotros, esos que a la larga  cambian nuestra forma de ver y actuar en el mundo.

Para poder lograr ese impacto, primero, estos escritores tendrán que vencer el hecho de estar exiliados de la esfera mediática y de carecer de un impacto social relevante. Para esto, claro, servirán las nuevas nociones de los editores de poesía y su apertura a nuevas técnicas de difusión; pero estas serán inocuas si es que detrás de sus estrategias no se encuentran trabajos que hayan sido esmeradamente trabajados por sus autores para decir cosas que consideren desde lo hondo de sus pechos, importantes.

Los primeros poetas visibles aparecidos del 2010 en adelante, que no han ganado premios, han sido catapultados por cuestiones políticas de moda que buscan la visibilización de ciertos sectores poblacionales como norte editorial. Norte que nada tiene que ver con lo que se escribe dentro de los textos de estos autores. Ya que estas campañas ideológicas suelen tratar a las humanidades como un tentáculo más de sus aspiraciones políticas, es normal que los primeros poetas jóvenes que ustedes hayan leído no les den una buena impresión y más que todo les den ganas de volver a  Hinostroza o Eielson. No los culpo, pero no se dejen llevar por esos brotes caprichosos. Creo que los poetas importantes de esta generación finalmente lograrán sortear todos los obstáculos que se les pongan delante. Creo que una persona que escribe solo por el hecho de dejar algo valioso y que pueda tener un impacto que considere positivo encontrará la tenacidad y perseverancia necesarias para sobrevivir escribiendo hasta llegar a esa obra importante. ¿Qué me lleva a creer esto? ¿Acaso alguna vez ha pasado esto en las últimas décadas? No. Pero existen, al menos,  unas cuantas posibilidades de que esto ocurra. Y aun fuese solo una, esta posibilidad existiría y valdría la pena seguirla. Esa posibilidad es el hecho por el cual moverse. Esa es la luz que nunca se apaga.

 

 

 

 

1-Recordemos también que allá por mediados de los años 2000s cuando sucedió eso llamado “boom de las editoriales independientes” surgieron a la par de proyectos respetables con títulos que trascendieron el año de su publicación, los editores a pago, quienes acabaron por acaparar las publicaciones de poesía joven. Siguiendo la línea, para convertirte en un Poeta, no solo debías de afrontar un medio que no te daría ninguna remuneración económica, sino que para entrar a ese medio y tener algo de visibilidad primero debías PAGAR por la publicación de tu libro, un libro que nadie compraría. Con este método los nuevos editores garantizaban la sostenibilidad de la editorial pero al mismo tiempo direccionaban su catálogo según quien podría pagarlo. Como deben suponer, este pie de página no solo parte de la objetividad sino del rencor contenido todo este tiempo desde que el Roberto Valdivia de 18 años con un libro listo para ser publicado pero con los bolsillos llenos solamente de monedas de 1 sol sintió al enterarse de que no podría publicar hasta tener una suma que oscilaba (oscila) entre los 1000-2000 dólares. **

Esta práctica deriva en la costumbre gregaria de que al conocer a un poeta joven en persona por lo general este te regalará su último libro publicado. La editorial ya saldó sus gastos y el autor, quien pagó esos, no le importa mucho vender los ejemplares y recuperar su inversión sino más bien utilizar esos ejemplares a manera de autopromoción. Esto puede significar algo simpático si no reparamos en que una vez que la editorial ya saldó su parte no le preocupará extender el radio de lectores con sus de ventas. Sin ambición de ventas el marketing es mediocre. Un marketing mediocre solo devuelve el libro a los ya habituales lectores de poesía, al Guetto.

Por supuesto, esto tampoco fue un crimen, pero significaba que uno no podía tomarse a los nuevos editores en serio, y no verlos más que como impresores a sueldo. La poca rigurosidad en los nuevos libros de los poetas jóvenes nos dejó una cantidad sin precedentes de grasa en las librerías. Grasa proveniente de autores que fueron estafados por editores que les hicieron creer que sus textos ya estaban listos para salir hacia los lectores, algo que un editor un poco más comprometido con la calidad de lo que publica que con su bolsillo hubiese podido avisar luego de una primera revisión. Pero como ya he dicho, todos tenemos el derecho de llevar un pan a nuestra casa. Y pensando lo estéril económicamente que es ser editor de Literatura en el Perú, no es un crimen. No odiamos a los editores a sueldo, solo nos burlaremos de ellos y de sus libros horrorosos por tiempo indefinido.

**Situación muy diferente al boom de las editoriales independientes en Argentina, Ecuador, Chile o México, donde la sostenibilidad de estos proyectos depende de las ventas de los libros. Esto lleva a que los editores intenten permanentemente el crear un mercado mayor con sus producciones y expandir su catálogo lo más que se pueda, inspeccionando inclusive en los nuevos autores de países aledaños. Esto llevó a que fuera posible que una Editorial Argentina me invitara a publicar mi primer libro con ellos sin que les pagara nada y enviándome unos ejemplares de autor. Lo mismo sucedió con los segundos libros de Kevin Castro o Ana Carolina Quiñonez Salpiettro y con publicaciones de autores que no aparecen en este libro pero son dueños de poéticas un tanto atendibles como Jorge Rengifo o Antonio Chumbile.

2-El personaje nihilista o cínico es también cuasi hegemónico para los poetas de los años 2000s. Recordemos por ejemplo a los personajes de libros como Balada del Anormal de Jose Carlos Yrigoyen, Al Norte de los Ríos del Futuro de Jerónimo Pimentel o Mi niña veneno en el jardín de las baladas del recuerdo de Tilsa Otta. Estos tres ejemplos en tonos muy diferenciados pero con el mismo desencanto como punto común.

3-Con Nuevo Formalismo quiero referirme a los poetas arquitectónicos y sobre-pensados que poblaron las estanterías con cuasi hegemonía durante el intervalo 2008-2012. A la par de influidos por los autores del barroco más hermético y clasicista (muchos de ellos abogaban por un retorno a las formas clásicas o por el lirismo en la poesía) Estos poetas podrían estar suscritos a Los Recitales Ese Puerto Existe en la UNMSM a principios de la década. Sobre este punto hablaremos en mayor extensión en el resto del libro.

4-En un diálogo que Sub25, colectivo al cual pertenezco, mantuvo con el colectivo Animalisa, del cual los hermanos Vera son miembros, Rodrigo Vera declaró lo siguiente: “Creo que todo lo que han dicho se puede resumir en que la suya es una apuesta por una especie de retorno a la Utopía. Y con ánimos de joder un poco, uno les podría decir que son jóvenes nostálgicos de los grandes sueños setenteros esfumados.”[…]

5– Este es un guiño a un grupo de Poetas en su mayoría españoles y Mexicanos que deseaban algo así como un retorno a los sentimientos en el poema de manera forzada y ciertamente anacrónica. Me refiero al grupo de los Poetas frente a la Incertidumbre. A ellos se refieren Maurizio Medo y Benito del Pliego en su prólogo a la antología País Imaginario: (…)la “Defensa de la poesía”, una comprendida como “la forma más elevada del lenguaje humano” y que, en los últimos años, se ha “deshumanizado” a través de “los discursos fragmentarios, el irracionalismo como dogma y el abuso del artificio” hasta constituirse en “un género difícil que solo leen los poetas, porque solo parecen entenderse entre ellos como los habitantes de unas ínsulas extrañas”. Lo imperativo, de acuerdo con [Los poetas frente a la Incertidumbre] la lectura de los diversos textos publicados sobre el tema, se reduce a “volver a sentir” y ello debiera de ocurrir a través de la legitimación de un discurso “amojamado y retrógrado”, de la “ñoñería impúber” y de altas dosis de “mucho romanticismo de garrafón” (…)

Ellos son un ejemplo de lo que me refiero cuando hablo sobre melancólicos.

6- Este interés en la escritura como entretenimiento presente en algunos autores de esta antología se debe no a una apología de la escritura como solamente forma ni a una ambición personal en convertir y convertirme en una estrella del Pop. Tampoco con un arte que se sumerja en estos referentes para reverenciarlos acríticamente. De hecho, algo de lo que he desdeñado públicamente es sobre esa moda de poetas llorones o nihilistas o emos que han surgido a la par que estas escrituras desliteraturizadas.*

A lo que voy es que no solo el desinterés en la poesía en el Perú se debe a un anacronismo por parte de los que dan los premios. Esta responsabilidad recae también en nosotros (editores, reseñistas, miembros de colectivos de poesía) quienes  hemos tenido un nulo interés en innovar las maneras de acercar los lectores a los autores que publicamos, o que en el mejor de los casos hemos tenido logros muy humildes. Al menos tenemos a una camada de autores que saben que el marketing no es el diablo y esto debiera terminar en una camada de nuevos editores dispuestos a utilizar estas técnicas para hacer más atractivos los formatos de sus publicaciones y finalmente expandir el rango de consumidores de poesía, algo que los proyectos independientes piden a gritos desde sus oficinas sin luz eléctrica.

* De ser simplemente nuevos tratados sobre la derrota pero desde una imaginiería pop, estos no tendrían nada de interesantes y ninguna diferencia del arte posmoderno de segunda mitad del siglo XX.

7-Cuando empecé a escribir este prólogo pensaba solo hacer una especie de introducción, una nota de los editores, pero creo que nuevamente no pude ser corto en lo que he escrito y les he colmado los últimos veinte minutos de su vida con todo esto. Espero que no les importe. Este pie de página es lo que hubiese puesto al final del prólogo si este hubiese tenido un sentido más de introducción y menos de ensayo con argumentos. Debes saber que esta antología esta creada desde la misma forma que los pos-posmodernos hacen arte. Pensamos que no queríamos aburrirles con una multitud de ensayos académicos sobre conceptos que a nadie le importan y que podríamos explicar de una manera mejor y más simple. Este libro está divido en dos partes, la primera es una sección de testimonios que recolectamos en base a entrevistas por escrito a  autores invitados y que luego editamos para que puedan leerse linealmente, igual que una novela polifónica. Queríamos que los autores reunidos tanto como los críticos que han atendido lo escrito por poetas jóvenes escriban la historia de esta generación de autores desliteraturizados. Y queríamos que fuera divertido. Que puedan leerlo y tener reflexiones interesantes a la par que se entretienen. Este libro es entretenimiento.

Toca poner aquí también el desclaimer correspondiente sobre la selección de autores en esta antología. Si bien hay varios autores de los 2000s y 90s que aún pueden considerarse a sí mismos jóvenes sin ruborizarse en público, la muestra aquí seleccionada se limita a los autores que publicaron (libros/plaquetas) por primera vez de 2010 en adelante.

Así mismo, el propósito de esta antología no es de ser una Antología de Poesía Peruana Joven. ¡Ni siquiera busca cubrir todos los aspectos de la poesía joven! Esta selección es de autores que además de publicar en el rango ya mencionado  presentan escrituras contra la literaturización del poema.* No es de nuestro interés el efectuar un congreso representativo de poetas jóvenes peruanos, ni otorgar plazas de acuerdo a la densidad poblacional de cada departamento de este país, como se hace para otorgar escaños en el congreso peruano. No consideraríamos a una antología interesante si hubiera de tomarse esa representatividad como paragón de selección.**

*Vale la pena decir, no todos los autores del poema literaturizado de la última década son insípidos y aburridos. He sido tal vez un poco tajante con esa posición y aprovecho estas líneas para ajustar un balance. Si esta antología aceptara escrituras literaturizadas recientes no dudaría en incluir los trabajos de poetas como Mateo Díaz Choza, Denisse Vega Farfán o la reciente mención honrosa del Poeta Joven de 2017, María Belen Milla. Ellos tres poseen poéticas que respeto profundamente y además me divierten con su lectura.

**Algunos datos curiosos sobre esta selección. El autor más joven nació  en 1999 y el más viejo em 1987. Si sumamos las fechas de sus nacimientos y los dividimos entre doce nos da 1990,6. El promedio de edad de estos autores es de 25 años. El libro más antiguo publicado de los autores seleccionados es Ciudadelirio de Mario Morquencho, en 2010 y el más nuevo es el Hablemos de mí mientras las hormigas devoran el Sol, Parte II de J Estiven Medina Ortiz publicado en Agosto de 2017. El Número de poetas limeños es de 9, el de arequipeños es 1, el de apurimeños es 1 y el de Trujillanos es 1. El número de autores que no están en esta selección pero consideramos que tienen poéticas interesantes que calzan en el radio de esta es de 8. Esos 8 autores son Urpi Orihuela, Kreit Vargas, Willni Dávalos, Antonella Chichizola, Francisco Cerna, Gerardo Chávez , Braulio Paz y Rodrigo Vera. El número de palabras que has leído hasta este momento, sí has leído linealmente cada pie de página, es de 6387. La cantidad de palabras que restan para que acabes esto es de 796.