Sobre Diccionario Elemental de Miguel Sanz Chung

Sanz Chung es uno de los poetas más destacados de los aparecidos en los años 2000s, miembro del colectivo sanmarquino Sociedad Elefante junto a otros poetas de gran importancia como Romy Sordoméz. Algunos de los libros de Sanz Chung publicados anteriormente fueron bastante logrados tanto a nivel técnico como conceptual. Resulta imprescindible leer libros como Quién las Hojas o La Voz de la Manada si es que queremos entender la producción poética de esos años. Con una reconstrucción arquitectónica del coloquialismo de los años 60s, probablemente en una veta un paso más hermética que sus compañeros de edad, los primeros trabajos de Chung no tenían nada que envidiarle a proyectos como Octubre de Manuel Fernandez, por mencionar un libro interesante de esos años y que ahora es bastante reconocido.

El caso es que luego de varios libros muy destacables el trabajo de Sanz Chung deja de ser tan interesante en sus últimas entregas. En 2013 publica Arte Rupestre  un poemario lanzado de manera virtual que hablaba sobre temas como la alienación del mundo virtual y poseía, como es acostumbrado en Sanz Chung, un concepto bastante interesante. Sin embargo esta entrega adolecía de una ejecución repetitiva y poco innovadora respecto a sus anteriores libros, algo que lo convertía por momentos en una propuesta tediosa. A excepción del muy buen primer poema y algunos otros contados momentos, era de lejos el peor libro de Sanz Chung.

sanz chung

Título que ahora le será arrebatado por su más reciente publicación. Diccionario Elemental de la lengua de su autor por Don Migvel Angel Sanz Chung que es un desastre por casi todos los lugares desde donde se le mire. Más que un libro pareciera un ejercicio de estilo, una calistenia que acabó publicada lamentablemente. El libro está compuesto por un conglomerado de definiciones de palabras, en su mayoría teñidas de un humor irónico, “subalterno”. Básicamente lo que me decepciona del libro es que tanto su humor, su concepto desacralizador, su contraposición entre la definición oficial y la micro-definición del sujeto; lo constituyen como un cover muy elemental a la antipoesía de Nicanor Parra, más de medio siglo después que esta propuesta fuese ejecutada por el autor chileno en el famoso Poemas y Antipoemas.

Hace poco comentaba al respecto de la antología de textos de Lorenzo Helguero publicada en esta misma editorial, sobre lo envejecidos que resultaban al ser releídos a estas alturas los pretendidamente inteligentes textos de sus primeros libros. Este envejecimiento se debe a un sobre-uso de esa voz inteligente y típicamente cínica en los poetas peruanos de los años 90s, que si bien podía parecer interesante, cool y posmoderna; también a la fuerza de la repetición podía convertirse en predecible, irritante y vacía. Eso es lo mismo que sucede en el nuevo libro de Sanz Chung. Si bien hay varios poemas o definiciones que son bastante imaginativas y que a pesar de la extensión de estas (la mayoría de los poemas no pasa de los 5 versos) se las ingenian para “caer parados”, estos no son suficientes para salvar un proyecto cuyos errores se ubican principalmente en la idea original del libro.

Y es que ya no se me ocurre que puede tener de interesante la bajada del Olimpo de los poetas hacia el suelo llano. ¿Qué no se ha explorado ya desde ese proyecto de posmodernidad, de convertir el enfoque individual y ultra subjetivo en poesía? Una lectura ingenua podría pensar a este libro como un atentado a la oficialidad del lenguaje, el triunfo de la pequeña persona y sus enfoques independientes versus la monstruosa oficialidad de las instituciones hegemónicas. Pero seamos sensatos, ¿Están seguros que “lo hegemónico” sigue siendo lo hegemónico? ¿Que estos triunfos de “libertad” son relevantes como metas para un artista que escriba en este momento? Una libertad que ahora sabemos es más que todo solipsista e insuficiente para criticar al sistema al que se propone hacer frente. Entre la obviedad y la repetición, creo que el nuevo libro de Sanz Chung peca de ingenuo desde su concepto. Lo que queda es, al menos, la imaginación y creatividad de buena parte de las imágenes y recursos estilísticos en los poemas. Pero creo que esto nunca ha sido suficiente por sí solo para sostener un libro.