“Damas y caballeros, les presentamos a los contrincantes para la pelea de esta noche. En esta esquina, desde Canadá, con 120 libras de peso, 16 años de carrera, 5 álbumes lanzados, 20 premios grammy, 4 MTV’s, y ningún Furia Musical, con ustedes Arcade Fire.”

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Y Win Butler aparece en una doble pantalla que ocupa la mitad superior del escenario. Está abajo, pasando frente a aquellos más cercanos al estrado. Este está cercado con las cuerdas del ring en la parte delantera, listo para que los peleadores entren al cuadrilátero. Y, desde lejos, se puede ver el sombrero alto pasando entre la multitud dirigiéndose al ring sin ningún temor. Lo siguen 6 figuras vestidas con buzos de boxeadores, rojos y blancos, excepto un vestido negro y largo vestido sobre una figura rubia: Sarah Neufeld. Uno a uno van apareciendo en la pantalla los demás: Régine Chassagne, Richard Reed Parry, William Butler su hermano, Tim Kingsbury, Jeremy Gara. Todos están yendo entre la multitud para llegar al ring. Suben y comienza el muy probablemente mejor concierto de banda extranjera del año.

Incluso desde un mediano escenario en la en verdad pequeña explanada del Parque de la Exposición, el último concierto de la gira Infinite Content del grupo de rock alternativo Arcade Fire ha sido, con seguridad, superior a conciertos masivos en estadios como el de Green Day o el del conocido cantante pop Bruno Mars. Desde luego que Arcade Fire solo tiene 1 Grammy, 2 Brit y un MTV por el clip de Reflektor. También se dijeron más cosas al presentar a los peleadores de la noche, pero era tal el éxtasis que difícilmente alguien podría recordarlo todo.

Arcade Fire es una de las bandas indies más relevantes del siglo. Desde su primer álbum Funeral, lanzado en 2004 y aclamado unánimemente, el grupo no ha hecho más que madurar su estética y presentarnos disco plenamente frescos y orgánicos, discos donde la mayoría de canciones son posibles o se han convertido en singles, alcanzando los mejores puestos en las listas de todo el mundo. The Suburbs, lanzado en 2010, presenta tal vez su mayor logro como disco-ópera rock, donde las canciones no están separadas, sino que el fin de una es el inicio de otra formando todo una gran canción y, además, forman una trama alrededor de un grupo de amigos de los suburbios.

El último disco es (o podría llegar a ser) la piedra en el zapato de los Arcade Fire. Tras 4 discos de alta calidad, la banda nos presenta un disco que se aleja no del estilo pero sí de la calidad poética de las canciones previas. Y es que uno puede escuchar uno de sus discos como si leyese el poemario de un poeta nacido en los 90′; el regreso de lo conceptual a lo intimista (o sentimentalista) están a la orden del día. Es la fiebre que nos ha traído la posmodernidad y su liquidez.

Suena Everything Now y el campo se sacude, es el primer derechazo de la banda y deja aturdido y excitado al público. “We have to help each other” dice Win entre dos canciones y entonces la ovación a sus palabras. Lo que hacen es un recorrido por cada uno de sus discos, cronológicamente, comenzando por Funeral, luego por Neon Blue. Las luces cambian de color y se combinan, el escenario es una escena de Apocalypse Now envuelta en humo rojo y azul, iluminado de verde eléctrico por encima y una emisión de luz intensa hacia el público. Win y Régine cantan al público. Win se empapa de agua y el resto la tira a los más próximos.

Entonces, entre los sonidos metálicos de las guitarras se escucha un charango. No lo hemos reconocido, pero el sonido fascina a quien lo escuche. Suena también una zampoña, pero tampoco la hemos reconocido nosotros; la dejamos ir, desapercibida. Suena por fin una quena y es mostrada en las pantallas. Recién ahí se oyen los gritos y los aplausos, al ver cómo un grupo de músicos tocan Electric Blue con estos instrumentos que los fans, predominantemente de clase media-alta y alta, ven solo en los conciertos de Lucho Quequezana.

Llega The Suburbs y la psicodelia de la pantalla se torna en un letrero de cine de los 70′, con luces amarillas en el borde.”Sometimes I can’t believe it, come on, sing it”, Win se sienta. Está preparando su gran golpe. Y lo asesta cuando, al terminar de decir “I’m moving past the feeling again”, se escucha el piano desencajado. Después ese sonido constante, como una cuerda tensa, y luego la batería que da inicio a Ready to start. Todos lo sabíamos, solo esperábamos el momento del golpe. La pantalla fue un campo negro iluminado con estrellas que daba vueltas en torno al público.

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Cuando llegó Reflektor, no tuvimos posibilidad, solo nos quedaba rendirnos y llorar con el rostro fosforescente de David Bowie en la pantalla mientras la bola psicodélica destellaba sobre el escenario. Reflektor fue un tema harto polémico por la participación de Bowie; para los fans eso ya era demasiado pretencioso, como si Arcade Fire quisiera llamar la atención. De hecho, Bowie fue un gran fan de la banda. Tras Reflektor hicieron la misma jugada anterior, esta vez con Afterlife, uno de los singles del disco Reflektor. El gran momento fue con Creature Comfort, de su último disco, mientras en la pantalla se leía “Everything NOT now”, escrito en una pared en llamas. Esta es posiblemente la mejor canción del disco, la que aún guarda esa complejidad de las canciones de The suburbs. “Some boys hit themselves…”

El gran final llegó con Wake Up. Todo el escenario se ilumina de blanco y se oyen los gritos. Es la gran despedida y Régine se ha arrodillado cubriéndose el rostro. Los músicos peruanos han vuelto y tocan el final de la canción junto al violín y la batería. La gente grita siguiendo el ritmo de la canción. No paran. Nadie para de gritar hasta que se bajan del escenario y se despiden del público, con el sonido de la quena aún en el fondo y las luces parpadeando y bailando en el escenario ya vacío.

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En blanco y negro

Pero, como muchas veces ocurre en las mejores familias, la falla, aunque leve, en este gran concierto fue el público. Ya se había visto desde el concierto de The Wallflowers en el festival Ciudad Rock, que el público mostró su rechazo a la banda al abandonar el Estadio Monumental a la 1:30 a.m., justo antes de que Los Enanitos Verdes terminen su última canción, quedando un aproximado de 300 personas para la banda estadounidense. Y en el concierto de The Rolling Stones, el público se mostró reacio a la excitación provocada por la mítica banda. Si bien en el de Arcade Fire hubo saltos y gritos y una gran marea de luces de celulares, la mayoría de asistentes (desde mi pobre perspectiva) se movía con lentitud, como espectadores que observan por curiosidad. Hasta Jeremìas Gamboa, conocido escritor de auto-ficción, estuvo parado moviendo la cabeza de tanto en tanto.

Solo el final fue lo bastante fuerte para empujarnos al grito desesperado. Y no es que se tenga algo en contra de los que van a ver qué onda con la banda. Públicos de otros países latinoamericanos, como el chileno, el argentino y hasta el colombiano con su Festival Stereo Picnic, tienen un público que hace tronar las tribunas y hace temblar el escenario. El público peruano (limeño, mejor dicho) es más bien uno que ve el espectáculo como quien ve la televisión, se muestra ajeno por decisión propia. Solemos ir a los conciertos más por ver al artista que por vivir el arte en vivo.

Lamentablemente, en los últimos conciertos limeños (tal vez exceptuando los festivales, tan inciertos siempre) el público se ha mostrado de esta manera tan moderada, sin nunca llegar a explotar. Un caso contrario sería la vez que Hombres G comenzó a tocar la guitarra de Martha Tiene un Marcapasos y no tuvieron que seguir tocando ni cantar para que todo el estadio cantara la canción completa, sin ningún acompañamiento de la banda. Los que estuvieron aquella noche no me dejarán mentir. Pero en fin, cada uno disfruta un concierto a su modo.

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El retorno

El jueves 13 de diciembre se presentó Arcade Fire en el Parque de la Exposición a las 9:00 p.m. Su llegada a Perú y su presentación solo significan una cosa: el rock alternativo y el indie están teniendo una posición ya estable en los oyentes limeños, si no en los peruanos. Bandas indie como Foals, Tame Impala o solistas como Mac Demarco o Kurt Vile, han llegado a Lima para dar espectáculos memorables. Si bien gran parte de los asistentes casi siempre cumplen con las características de ser socialmente blancos de clase media-alta; esto es algo que en los próximos años puede dejar de verse con la inserción de estas bandas indies en la cultura popular. Esperemos que en verdad esto sea así.

 

Le dejo aquí una breve galería del concierto. Lov.

 

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Sarah Neufeld en el violín

 

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Tocando “Put your money on me”

 

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Reflektor con la esfera psicodélica

 

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Régine amándonos, o nosotros amándola a ella

 

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“The suburbs”, seguida de “Ready to start”

 

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El gran final con “Wake up”

 

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