Ir a un recital en el Perú en 2019 traerá siempre una imagen repetida: jóvenes poetas leyendo desde celulares, hablando desde una espontaneidad honesta imágenes adolescentes de sueño juvenil: una versión cada vez más no-irónica del teenage dream hollywoodense, junto a todos sus referentes. Casi siempre serán poemas que empiezan con un “Estaba caminando y…” “Ayer veía Facebook y pensé en ti…”. Es decir, un uso de la cotidianidad que hace que la poesía peruana más joven se emparente tanto con lo escrito en las últimas décadas en Argentina [y con el tenor de sus recitales].

Claro, esto no es nada nuevo, y la espontaneidad ha sido siempre un lugar común en la poesía joven. Antes de los sentimentalitos, a inicios de la década cada recital estaba lleno de esa espontaneidad post-horazeriana, post-poetas del asfalto, mucho más violenta y machista como ha pasado bastante de moda. Siempre hay lugares comunes y caminos sin fondo. Es evidente que la mayor parte de lo que se escribe por poetas menores de treinta es desde hace un par de años heredero de esa nueva poesía espontánea, que poco a poco se ha posicionado como lo más leído en redes sociales como Facebook, y sino también la única opción posible en, por ejemplo, Instagram.

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Es en ese contexto donde apareció, a inicios de este año el poemario Sin Título de Almendra Otta, una breve plaqueta que lleva un diseño sumamente llamativo, lleno de motivos de tatuajes y serigrafías que nos evocan un verano en una playa limeña, al lado de la cerveza, la aventura y los heladeros de Donofrio. Es de hecho, un poemario hecho para ser compartido en Instagram, visualmente muy hermoso y con la capacidad de captar la atención desde el primer vistazo.

Quiero hacer un énfasis en que no digo lo de “un poemario hecho para ser compartido en Instagram” de manera irónica. Uno de los principales logros de la camada de poetas espontáneos-sentimentalitos es poder elaborar proyectos que no estén enteramente destinados a profesores o estudiantes universitarios. Detrás de ese “captar la atención” y seducir a los lectores está parte de lo más admirable de esta movida.

El asunto con el conjunto de poemas de la plaqueta de Otta es que la mayoría de veces se hunden en los estereotipos más comunes de este tipo de poesía, siendo generalmente predecibles, o utilizando imágenes endebles. Imágenes que la mayoría de veces parecieran haber sido escritas más por el deseo de traer cierta referencia al poema, que por el hecho de hacer que el poema funcione. Evocaciones al trash metal, al 666 como número de malditismo, o símiles extremadamente simples entre verano/ invierno, etcétera. sin que ninguna de estas realmente haga algo por el ritmo del poema, generalmente trabándolo.

¿Por qué hay tantos poetas jóvenes, no solo el caso de esta plaqueta, en quienes podrían rastrearse estos puntos en común? Los temas de Otta varían entre la melancolía adolescente o post- adolescente, el enamoramiento desde un sujeto sincero y frágil, la memoria personal como un álbum de recortes pop, etcétera. El único poema que escapa estos lugares comunes es el que empieza con el verso “la ficción de amar al sol…”y se encarga más de quebrar el sentido de “yo soy yo en este poema” y confrontarlo con el contexto de un texto literario.

Creo que sería un buen momento para discutir si la poesía joven de “sinceridad-honestidad” sigue siendo efectivamente sincera y honesta luego de tantas repeticiones. S/t se inscribe en una larga lista de poemarios y plaquetas que en los últimos doce meses se han publicado bajo los mismos lugares comunes. Ese arco de la poesía joven que empezó con Norcorea, Feelback, las irregularidades de Estiven Medina Ortiz ; ha visto en estos últimos tiempos la aparición de copistas, imitaciones. De seguro eso habla sobre lo relevante que pudieron ser estas escrituras para una comunidad, pero también sobre el final del final de una línea, un agotamiento, un fin de las posibilidades.

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En ese contexto, S/T tiene muy pocas chances de generar sorpresa en los lectores. Sin embargo, hay cierta técnica en la manera en que Otta despega su ritmo, algo que exime al poemario de ser un desastre total [y algo que pocos poetas en Instagram peruanos podrían clamar tener] Así mismo, la inteligencia en la disposición visual de los textos y la manera en que estos dialogan con el diseño del libro son puntos muy destacables. Es una inteligencia que los nuevos poetas jóvenes saben desarrollar muy bien. Lo que haría falta sería plasmar esa inteligencia también dentro de los textos, y abandonar la repetición de los lugares comunes pop ya mencionados. De seguro los más dedicados terminarán haciéndolo.

Resumen: Si bien tenía buenas expectativas, no llegó a gustarme y más bien fue un motivo de reflexión sobre la producción de los poetas novísimos. Es para mí un 3/10

Fotos tomadas del perfil de Facebook de la autora

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