Martín Rodríguez-Gaona ha publicado recientemente en Páginas de Espuma su galardonado ensayo “La Lira de las Masas: Internet y la crisis de la ciudad Letrada” donde hace un estupendo análisis de los riesgos, posibilidades y peligros de la relación entre poesía e internet, partiendo desde el reciente boom de poesía pop española.

gaonna

RODRÍGUEZ-GAONA

Probablemente uno de los grandes méritos del libro y que lo distancia de la mayoría de comentarios y artículos que se escriben sobre la relación entre poesía e Internet [especialmente en Perú] es no hacernos transitar este tema con una muy malacostumbrada superioridad moral [muy propia de los intelectuales frente estos fenómenos] La Lira de las Masas se lee como un ensayo bastante objetivo, con una muy surtida cantidad de datos, hechos y estadísticas que fundamentan varios de los argumentos que Rodríguez-Gaona describe: la causa y desarrollo de una escena de poetas españoles que alcanzó inesperadamente las superventas y el status de celebridad indiscutibles hace unos años.

No quiero hacerles creer que Rodríguez-Gaona no tiene una posición respecto al tema, o que su papel se reduzca a un simple expositor de datos. El asunto es que no explicita su posición [aunque se deduzca] hasta llegar a las conclusiones, lo que evita cualquier tufillo moralista. La poesía española vivió un terremoto de proporciones cuando hace menos de un lustro un grupo de poetas no-literarios [ciertamente más cercanos a los aforismos de las frases de motivación que a una tradición literaria] logró un reconocimiento extendido como una nueva generación de poetas en ese país luego de alcanzar un éxito comercial, también de proporciones sísmicas para su contexto, apoyados por su uso de redes sociales y su visibilización como estrellas pop.

Ahora bien, luego de este ascenso inesperado la poesía española se sumergió en un intenso debate sobre el reconocimiento a estos poetas. Rodríguez-Gaona detalla muy extendidamente las causas y las escenas de autores sí-literarios que precedieron a esta escena de megaestrellas [donde destaca la mención a autores como Vicente Luis Mora y al grupo Los Perros Románticos] Diferencia a aquellos que siendo nativos digitales y usando las redes como medios de difusión aún apostaron por proyectos con experimentaciónn sobre una tradición literaria [como Berta García Faet] del grupo de también nativos digitales que alcanzaron el estrellato desde una poesía desprovista de literariedad.

LUNA MIGUEL

Tal vez los puntos más polémicos del ensayo sean algunas anotaciones sobre la escritura y visibilización de la poeta española Luna Miguel. Por un lado y pese al pesar de sus seguidores, creo que la descripción del posicionamiento como la importancia de esta autora con su generación, es bastante justa y precisa. Luna Miguel a estas alturas es sin exagerar una figura equivalente a la que fue Rubén Darío. La influencia de su labor como editora y gestora de comunidades ha cambiado los rostros de poéticas nacionales como la peruana, mexicana, ecuatoriana o colombiana, por mencionar algunas. [Si se es justo, parte del proyecto de esta revista nació del impulso que Luna Miguel ejerció sobre mí y mis amigos durante la existencia de la comunidad virtual Los Perros Románticos] No solo a través de posicionamiento sino a través de puentes donde las escrituras aisladas [David Meza, por ejemplo] establecieron puntos de influencia a escrituras locales, enriqueciendo el acervo sobre el que trabajaban, una mixtura de tradiciones entre las poéticas contemporáneas en español.

De hecho, el libro la toma como paradigma de influencer literaria, pionera en llevar su vida a la pantalla a la par de tener una carrera como gestora, editora y poeta. [Y por momentos se la menciona como se menciona a Kurt Cobain en un documental sobre el grunge, para apoyarse y fundamentar multitud de puntos]

Sobre los puntos que suscitan un debate sobre su precisión está la supuesta precariedad literaria de la autora, que no es justificada por el autor en alguna parte. Me resulta sumamente raro que Rodríguez-Gaona termine asignando la escritura de Luna Miguel al grupo de autores cuyo descuido formal es evidente [Irene X, Elvira Sastre, Marwan] y no se la asocie con propuestas como las de Berta García Faet [a quien Rodríguez-Gaona establece como el grupo literario] No creo que la obra de Luna Miguel le dé la espalda a la tradición literaria española, aunque siendo sincero también, es muy difícil aún pensar en uno de sus libros como un conjunto maduro propia de una autora consolidada. Pero me cuesta tomar a la autora de algunos poemas de antología como una autora simplemente incipiente [La muestra son estos poemas recopilados por la Revista Verboser, el Museo de Cánceres y el épico Mala Sangre] No quiero que se interprete que estoy diciéndoles que Luna Miguel es una autora de calidad extraordinaria e indiscutible, pero sí es una cuya calidad salta a la vista en algunos poemas de sus libros más recientes. Está, en el peor de los casos, a veinte pasos de calidad adelante que los poetas superestrella tardoadolescentes.

Luego, no estoy completamente seguro/ de acuerdo sobre la supuesta intencionalidad de Luna Miguel y otros autores-influencer en ser influencers. Creo que de hecho, este es un punto que se pasa con más ligereza de lo acostumbrado [se menciona una repetida “performance” de los autores en busca de reconocimiento] Habría que preguntarse cuan intencional es para una persona post-internet relacionarse y subir sus obras a internet, cuando este tránsito es para los nacidos con una computadora bajo el brazo ya no una conducta aprendida sino un código social. Lo intencional pareciera más bien, excluirse de estos medios. Claro, influencers como Luna Miguel conocen ciertos ángulos y situaciones para hacer sus publicaciones más atractivas, pero estos conocimientos no son algo que el internauta común desconozca. La búsqueda de atención como moneda de cambio en plataformas de Facebook es masiva y constante. Más que una performance, es una forma de relacionarse que ha traído consigo la popularidad de algunas figuras.

También todo el punto sobre Luna Miguel y el clientelismo con sus autores favorecidos me parece que evade por completo los méritos que ella haya podido tener como editora. Para Rodríguez-Gaona las recomendaciones de Luna Miguel van más sobre alguien buscando amigos y formando una camarilla [que por qué negarlo, sentimental-ito] hacia la visibilidad. No digo que esa no sea una de las razones por las cuales movimientos y colectivos se forman, pero es obviar que el trabajo de Luna Miguel como una editora seria es bastante determinante para sus elecciones. La promoción de una poética tan disímil como la de David Meza, junto a la de Yaxkin Melchy y Héctor Hernández Montesinos [autores que abiertamente han expresado sus críticas al modo Luna Miguel] como al ecuatoriano Agustín Guambo, entre otros, me hace pensar que hay un olfato literario finalmente como matriz para esas elecciones, más allá de crear lazos.

Y ok, ok, de hecho ustedes también podrían decir esto: Roberto, Luna Miguel te publicó en Playgroud en dos mil catorce, parte de la visibilidad de tu propuesta se la debes a ella, ha mencionado varias veces a Sub25 tanto en su blog personal como en, nuevamente, Playground, eres obviamente uno de sus clientes. Además, el hecho que escribas estos apuntes DEFENDIENDOLA [¿] solo hace que sigas la trama de la que escribe Rodríguez-Gaona. Que Rodríguez-Gaona es Unamuno y en esta novela tú solo eres como el protagonista de Niebla, y no tienes otra cosa que seguir el destino que te ha asignado tu creador, oh poderoso señor Rodríguez-Gaona…

Retomando la seriedad de esto, creo que Luna Miguel en su labor aglutinante y generacional, ha hecho muy buenas recomendaciones de autores y ha creado comunidades desde las cuales el diálogo de escrituras ha dado frutos. [Piénsese en lo Zuriteana que es la propuesta de Berta García Faet post-Perros Románticos, la escritura de Kevin Castro luego de leer a David Meza, o la escritura de Martín Rangel luego de leer a sus compañeros de generación]. En ese sentido esta comunidad elaboró un intercambio de lecturas que puede ser criticable, pero se encuentra a mucha distancia de la comunidad de poetas que llegó al estrellato. Aún hay en ellos un sentido de ilustración, acompañado de mucho juego, pero aún con un olfato literario.

El fin de la Muerte de la Ciudad Letrada

Algo que es evidente desde todas partes es la crisis en la que se hallan los habitantes de la llamada Ciudad Letrada, del país imaginario de los  intelectuales y de su obsolescencia para lograr ser relevantes dentro de una sociedad de consumo y entretenimiento. Es algo que no solo sucede o sucedía en el ámbito español, sino es algo que podríamos apreciar en el escenario local. Y aunque Rodríguez-Gaona no lo mencione explícitamente hasta las conclusiones, hay mucho que trabajar sobre ese escenario donde el intelectual está siendo desplazado por figuras derivadas de la cultura corporativa, en esta ocasión influyendo en algo que hasta ahora se había mantenido tan de espaldas a la lógica del consumo como lo era la poesía.

 POPulismo

Gaona es muy elegante al no llamar basura a la poesía basura. Y probablemente parte de lo genial de su ensayo sea resistirse a ello. A tomar todo el tiempo del mundo necesario para acercarse y analizar un tipo de escritura, escena y autores que todos los intelectuales encontraríamos como basura. Esa frialdad le permite exponer los datos sin necesidad de apelar a una vinculación emocional o a las típicas acusaciones de traición.

Ahora bien, el populismo de los poetas mega estrella es similar al de las estrellas pop, interesadas en entregar a su público su imagen como un producto refinado. En la música pop, sin embargo, la sofisticación del proceso técnico de algunos casos [piénsese en Ariana Grande] o la ambición personal de ser un gran artista [el barroquismo de Kanye West] hace que podamos tener a mega estrellas que al mismo tiempo puedan producir  música que los críticos más especializados puedan reconocer como geniales, interesantes y significativas. Esa ambición pareciera no existir en nadie [salvo tal vez, en Elvira Sastre, sin que esta necesariamente se cumpla] Estos autores super estrellas más que anti-intelectuales, nunca se han reconocido como intelectuales en sí. No-artistas, encargados de reproducir obras momentáneas mientras atraen a las masas con sus poderosas personalidades, que es tal vez lo más complejo y constante de su producción. Es como si esa amiga popular que solo leyó Chubasco durante la secundaria y que mantenía un blog cursilísimo propio de la adolescencia se hubiera convertido luego en La Poeta de tu Generación.

La Hiper sentimentalidad, el personalismo, la autoficción, los espacios urbanos, etcétera, no hacen más que acercarse a ese target comercial de adolescentes que antes poblaban la blogósfera desde la cual la mayoría de estos autores nacieron.

El Rock ha Muerto

Hay un punto en realidad sin mucha importancia en el ensayo donde Rodríguez-Gaona relaciona la pérdida de popularidad del rock con una inclinación corporativa hacia propuestas menos ideologizadas como la música hip hop y el electro. Algo que pasa por alto, primero, que el boom comercial de Kendrick Lamar, D´Angelo, Run the Jewels, Flying Lotus o Childish Gambino se vio impregnado por el movimiento más politizado de la música pop desde Bob Dylan, el #blacklivesmatter. Y segundo, la música comercial rock como una alternativa más “poética” pasa por alto que el rock no ha tenido “letras desideologizadas” o pobres en todas sus eras en la cima [aver empecemos: Imagine Dragons, Nickelblack, Semisonic, Motley Crue, Warrant, Poison, The Knacks, The Archies, Bill Halley, etcétera…] El declive del rock como género de masas en realidad parte de otras razones, razones que no tienen nada que ver aquí, porque ni siquiera este parrafito debería estar aquí y su existencia parte más de mi diversión haciéndome el cerebrito respecto a un tema. Lo siento, Martín.

Sinceridad?

Tal vez un error grave de diversos comentaristas [recuerdo el artículo de un muy despistado arequipeño un par de años atrás, donde relacionaba el mote de nueva sinceridad relacionado primigeniamente con autores como Foster Wallace o Franzen, con una escritura de blogs o descuidada “que no usaba mayúsculas” Daban ganas de aventar un ejemplar de La Broma Infinita a este despistado comentarista y luego de contar las fracturas en su cráneo pedirle que por favor, buscara en el libro de Wallace esas supuestas características.] sea subestimar la sinceridad de la que hablaba Wallace y reducirla al sentimentalismo por el sentimentalismo. Creo que este error parte de una confusión de conceptos entre sinceridad y honestidad.

Para Wallace la sinceridad más que un “decir la verdad” o ser transparente, es un concepto ligado a poder decir abiertamente y defender ciertas posturas ideológicas, estéticas o personales sin  una finalidad exclusivamente irónica. En uno de sus ensayos el mismo Wallace, luego de citar un pasaje de El Idiota de Dostoievsky en el cual uno de sus personajes debate durante un largo monólogo la posibilidad de su suicidio, hace esta anotación sobre el clima de sus contemporáneos hace poco menos de veinte años:

¿Pueden imaginarse ustedes a alguno de nuestros novelistas más importantes permitiendo que un personaje dijera cosas como estas (y no, cuidado, a modo de fanfarronada hipócrita para que algún héroe irónico le pueda buscar las cosquillas, sino como parte de un monólogo de diez páginas de alguien que intenta decidir si se suicida)? La razón de que no puedan ustedes es la misma razón por la que él no podría: semejante novelista sería, según nuestro criterio contemporáneo, pretencioso y recargado y ridículo. La presentación sin más de un discurso como este ten una Novela Seria actual no provocaría indignación e improperios, sino algo peor: una ceja levantada y una sonrisa muy sardónica. Tal vez, si el novelista fuera realmente de los más importantes, un pasaje burlón en The New Yorker. Al novelista se le reirían en la cara (y esta es la verdadera visión del infierno de nuestra época) hasta acabar con él.

La prueba clara de que Wallace no es un enemigo a muerte de la ironía [como si podrían serlo Irene X o Marwan] es la novela donde plasma estos conceptos, la ya mencionada rompe-cráneos La Broma Infinita. En esta novela la ironía es usada en múltiples ocasiones, pero no como un fin, sino como una herramienta en la trama. De hecho, ¿Qué tipo de literatura ingenua o super edulcorada nos daría un rechazo a muerte a un concepto como la ironía tan ligado a la sospecha, vital para el arte del siglo XX? La respuesta está en España.

El ensayo de Rodríguez-Gaona implícitamente también nos empuja a buscar una reformulación de lo alternativo, en un momento donde la mayoría de escenas, circuitos y medios que constituían lo alternativo durante los años setentas y ochentas han sido en buena medida absorbidos por la cultura de masas, o pasados a la obsolescencia. Claramente la automarginalización no tiene sentido a estas alturas y es una especie de cabeza de avestruz. La pregunta es cómo buscar eso alternativo a una cultura corporativa. Creo que Wallace es en ese aspecto sumamente vigente respecto a sus ideas de rebeldía en una cultura posmoderna, siendo ese creer y accionar de su sinceridad una superación del intelectual pasivo y netamente irónico. A veces siento [no en el caso de Rodríguez-Gaona] que los intelectuales más académicos de este país pasaran de largo ensayos importantísimos de Wallace sobre medios de comunicación y literatura, de largo simplemente por el hecho de haber sido en vida una figura especialmente comercial. Perdónenlo por haber vendido tanto.

Post-Pop

El punto más genial del ensayo son probablemente las conclusiones del libro, cuyas ideas comparto profundamente. Creo que ninguna persona con dos dedos de frente abogaría por una destrucción de la Ciudad Letrada o una desaparición total de los intelectuales. Lo que se necesitaría es más bien una renovación de esta Ciudad Ilustrada hecha por Ilustrados, por personas que se reconozcan a sí mismos como intelectuales y tengan el suficiente razocinio como para no caer en los excesos de un medio como internet, donde la moneda de cambio es la atención. O como lo llama el mismo Rodríguez-Gaona, la aparición de un Influencer Ilustrado.

Poetas que puedan ser capaces de tener una obra no destinada a su simple viralización sino que pueda trascender no solo entre nosotros sino en las generaciones posteriores. Un vector de reflexión como lo han sido los intelectuales siempre. Poder tener una autonomía en la cual no solo la popularidad o las ventas  sean lo que posicione a un autor como el más importante, sino deba pasar el filtro de una crítica responsable y que a la vez pueda no solo ser leída por un grupo de especializados, sino al internauta promedio, sin traicionar su ilustración. Siempre he pensado que en crítica musical portales como Pitchfork o críticos como Anthony Fantano han logrado ese balance entre seriedad y entretenimiento, cuyos videos o artículos pueden ser considerados serios y trascendentes a la par de poder captar nuestra total atención.

De hecho, en esa línea de poetas ilustrados, con una línea de pretensión formal y artística a la par de un uso ávido de las herramientas virtuales, destaca por mucho la escena argentina. Poetas como Mariano Blatt o Tálata Rodriguez también han llegado a pasar las decenas de miles de lectores con mucho menos escándalo, con proyectos que explotan la oralidad de las lecturas junto la seducción visual de los videoclips derivados de la música pop.

En un medio tan críticamente endeble como el peruano, un método de ascenso exclusivamente por la popularidad podría ser inminente. Poco a poco la consolidación de autores se da por su cantidad de lectores. Las reseñas o por su ausencia o su hermetismo son cada vez menos importantes para el posicionamiento. Cada día me topo con un perfil de Instagram más, escrito por algún usuario-poeta peruano cuya ambición no dista mucho de sus pares españoles. Para que los poetas peruanos no sean remplazados por su mera sombra, el conocimiento y la autoconsciencia sobre el uso de estas herramientas por parte de ellos debe ser vasto. Es común encontrarse en Perú con intelectuales letrados que tienen un abierto desprecio para considerar estos medios como lugares serios para hacer o difundir literatura. Este es un grave error. Lo cierto es que también hay plataformas nacientes de autores en-serio que apuntan a solucionar esa brecha. Luego de la lectura de Rodríguez-Gaona, pareciera que una máxima podría resumir el futuro de la ciudad Letrada. Seducir o Morir. Veremos qué pasa.

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