Sologuren (MOCK UP)

Más Frágil, Más Fuerte

Uno de los problemas que tuve al leer el anterior libro de Mirko Lauer Alcools publicado hace un par de años, era encontrarlo innecesariamente recargado en algunas de sus secciones. En realidad los problemas típicos de una propuesta derivada del barroco: lentitud, poca agilidad, suspensión = aburrimiento aburrimiento aburrimiento. Con lo cual no quiero decir que Alcools era un desastre en el concepto sobre el que trabajó, pero sí era un libro en la larga carrera de Lauer fácilmente prescindible.

Sologuren es de arranque un libro sorprendente para la escritura de Lauer si lo comparamos con sus  últimas entregas. Es probablemente el libro más “íntimo” de su carrera (falsamente confesional como él mismo señala en uno de sus versos). Y es de hecho sumamente interesante encontrarse con un libro en que una voz acostumbradamente potente se decanta en confesiones de fragilidad y temor. Aunque el mismo Lauer (quien reflexiona sobre la escritura del libro de principio a fin) no confía de esa aparente “frescura” que le da la posibilidad de escribir poemas más espontáneos, ya que para él es solo un síntoma de acercarse a la muerte (una falsa segunda juventud, algo así como los enfermos que mejoran antes de morir) La muerte es el gran tema de esta última entrega al igual que en Alcools.

Y de hecho, la mayor parte de esa fragilidad se debe a la muerte adelante. Si recientemente poetas jóvenes como J Estiven Medina Ortiz o Kevin Castro han reflexionado sobre la muerte como una especie de herramienta para mantener los pies sobre la tierra o darse a sí mismos una segunda oportunidad de hacer bien las cosas, la muerte en Sologuren aparece al otro extremo de ese espectro, como un enorme mar adelante (no el más agradable en el que sumergirse) imposible de evadir, e imposible de trabajar alrededor de él. Sin embargo ese llegar a la muerte no es un camino hacia una resignación, es un camino a algo más clásico en el imaginario de la muerte: una final sabiduría. Entre todas esas reflexiones podría tomarse como una de las más sinceras la sensación de ver como personas conocidas, escritores admirados que ya desaparecieron se empiezan a convertir en anécdotas, desapareciendo como seres activos de la realidad y quedando como sombras, disponibles a la maleabilidad de quienes han quedado (Y todo este juego de fragilidad / sinceridad es claro cuando Lauer deriva esos temores hacia su propia persona, un tanto lamentando el ridículo y lo banal que siempre queda de nosotros una vez muertos.)

No todo el libro está escrito en ese estilo directo del que hablo párrafos atrás, en cambio el libro  es un intercambio entre ese tono y el acostumbrado barroquismo de Lauer. Parte de la humildad / sabiduría de Sologuren se puede hallar en esa intertextualidad y homenaje a varios de los poetas que lo guiaron en la escritura, situándose siempre desde una estatura muy pero muy pequeña frente a aquellos otros escritores. El final del libro se corta de pronto en el poema que habla de Martín Adán. Ese corte se siente como el estar escuchando una grabación en una vieja radio y que la batería de esta se apague sin poder haber oído el final de la canción. Para Lauer la canción de Adán permanece y la suya se apagará. Un libro triste y sabio, pero creo que con mucha mayor importancia a la larga en la carrera literaria de Lauer que la mayoría de sus últimos libros.

reseña

OH DIOS HA SIDO TAN DIFÍCIL LEER ESTO

Mario Montalbetti ha sido sin duda alguna uno de los poetas más importantes de los 70s en adelante (No solo en el Perú sino en toda Sudamérica, siendo uno de los pocos poetas  locales junto a Roger Santivañez en establecer comunicación en su escritura con la vanguardia norteamericana de L=A=N=G=U=A=G=E y el neobarroco ochentero) La mayoría de sus libros se han convertido en clásicos para la tradición peruana y su influencia es considerable dentro de los poetas jóvenes. Lo que quiero decir de manera más personal y como si este texto fuera una conversación con alguno de ustedes: uno de esos poetas geniales, arriesgados a la vez de divertidos que he disfrutado muchísimo en más de una ocasión de mi vida en varias de esas etapas por las cuales ha transitado su escritura.

A la par de los fans a muerte que Montalbetti ha conseguido tras décadas de escritura, se han acumulado una cantidad también considerable de detractores / haters/ personas que en realidad critican lo que sea que se mueva si es que no se parece a lo que ellos escriban o piensan que es la poesía (no sé porque he escrito eso, debe ser porque no hay nada peor en una discusión sobre poesía que las personas que se dedican a definir qué es poesía como matriz de la discusión, en todo caso ignoren esto) Hasta ahora la mayoría de los haters de Montalbetti lo habían acusado de escribir en un registro demasiado frío, cerebral, metálico, supuestamente llevando a la poesía a un lugar desligado de la sentimentalidad poética (si es que eso puede significar alguna especie de regla invisible para los que escriben poesía) El hecho es que hasta ahora esas simples quejas podían haber pasado como el murmullo de un grupo de haters siempre atentos a fastidiar a otras personas, pero ahora todas estas quejas parecen hacerse muy reales en el último libro de Montalbetti.

Notas para un Seminario sobre Foucault es de lejos el libro que menos he disfrutado de este autor. Y el problema desde el primer poema es que resulta simplemente intragable. Leerlo ha sido un largo ascenso por una enorme montaña negra mientras un sacerdote socialista muy amargado gritaba inacabables arengas sobre el poder y la poesía (mientras deseas que alguien te dispare en la cabeza) Un recorrido que vuelve realidad todos los estereotipos que se han inscrito (vale repetirlo, la mayoría de veces injustamente) sobre la escritura de Montalbetti.

El libro está estructurado en capítulos-seminarios, que dentro de la narrativa de los poemas, corresponden a reflexiones y diálogos dentro de un salón de clases universitario. Los seminarios sirven de excusa para escribir sobre varios de los temas ya acostumbrados en Montalbetti: el lenguaje, el poder, la relación entre el poder y lenguaje, Deleuze, Foucault, el dinero, la economía, Deleuze, Foucault, el poder, la relación entre el poder y lenguaje, el lenguaje, la economía, el dinero, la relación entre el poder y lenguaje, Deleuze, Foucault, Foucault, Deleuze, Foucault, Foucault…

El viro arriesgado donde se estrella el proyecto es en el de llevar hasta el extremo ese deseo por un lenguaje conciso y “pegado al hueso” que ha caracterizado al Montalbetti de todas las épocas. La mayoría de los poemas suenan realmente como fragmentos de clases y entrevistas que hubiesen sido prestados para un poemario sin una previa edición. Esto no tendría nada de malo en realidad sino fuera porque el desastre técnico del libro da a los textos una sensación panfletaria, muy poco convincente sobre las ideas expuestas. La mayoría de los poemas no suenan “mentales” sino simplemente muertos, estáticos para tomar la fuerza que las ideas que conjuran debieran tener.

Es entonces como varias de las ideas de Montalbetti escritas no solo en poemas sino en ensayos durante la última década (especialmente esos textos dedicados a la visualidad de la cultura y a lo mucho que odia a las novelas) aparecen con un ridículo sin precedentes. Cuando el libro se decide a hablar sobre como la novela se entrega a la visualidad desde 1995 (oh, yo nací en 1995) y se desliza entre líneas nada sutiles la superioridad de la poesía frente a un género que “sirve al capitalismo”, hablándote directamente en largos aforismos sobre esa pretendida superioridad, es muy difícil pensar que un poema así pueda ser superior a algo.

Al contrario de Lauer, Montalbetti pareciera elevar al personaje de su libro a un peldaño más arrogante de lo acostumbrado. Y si bien el final del libro pareciera una especie de reconciliación con la poesía (como una fuerza contra el sistema, que es la versión académica de decir “lo inasible”) el trayecto es demasiado duro. Lo que creo que no lograré entender nunca es porque alguien se esforzó así por hacer entrar algo tan tedioso (a la vez de pedante, innecesario y masturbatorio) como es ese lugar tan ensimismado de la academia y los salones universitarios, al poema.

En todo caso este libro debe resultar bastante deprimente para los fans del autor (y haberles roto el corazón de una manera que es indescriptible para un no-fan), pero muy difícilmente una mancha para los momentos estelares de Montalbetti. A la larga, ni siquiera un colapso así podría borrar sus mejores momentos. Lo cual es bello, pero también extrañamente paradójico.

 

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