Una de las sensaciones que se repiten con más frecuencia luego de visualizar una película de la generación de directores peruanos del circuito alternativo más joven, al igual que al finalizar un libro de poesía reciente o recorrer una exposición de un artista joven, es la de retirarte con un clásico dilema atravesado a la mitad del cráneo: Es tan bueno y maneja bastante bien las técnicas en lo que se propone, pero ¿qué demonios me está diciendo? ¿Realmente su fondo es “esto”? Y pese a que finalmente es la técnica lo que convierte al mensaje o a la buena intención en arte, cuesta soportar que buena parte de los artistas peruanos más jóvenes (en todas las disciplinas) dejen de lado reflexionar sobre lo que están queriendo decir y bueno, se especialicen solamente en cómo causarnos a través de imágenes, símbolos y estímulos las sensaciones que quieren que sintamos. Es por eso que hablar de Videofilia es importante, no solo porque sea una película interesante, sino también porque es hablar sobre y en líneas generales de varias cosas que suceden también en la escena de poesía joven y del arte joven actual en general.

 

AMOR?

Una de las primeras cosas que escuché de Videofilia mientras era promocionada el año pasado, es que narraba una historia de no-amor entre una pareja que se conoce por Internet durante los días del “fin del mundo” en el ya lejano 2012. Y de hecho, Videofilia sería una historia de amor, si es que el amor entre humanos se limitara a la unión de genitales, el intercambio de fluidos y la compensación de ciertas necesidades fisiológicas que hemos necesitado en cantidades esporádicas desde que éramos Australopitecus. Videofilia es, como anuncia la sinopsis, una historia de no-amor. Tampoco es una sobre relaciones humanas sino acerca de la fragmentación hasta la desaparición o la artritis total de estas. Es una historia de sexo en la cual los personajes son duros, fríos y están conectados más que todo por intereses individuales (los protagonistas en el fondo buscan aprovecharse del otro según sus búsquedas personales, uno ((Junior)) grabando una buena película porno con su nueva novia para comercializarla y ((Luz, escolar)) obteniendo ciertas sensaciones de aventura, y luego justificar su huida((?)) sin dejar rastro) La mayoría de los personajes lucen hipererotizados y  prácticamente toda la tensión de la película se construye sobre algún dato escondido que siempre direcciona un acceso a algo oculto y nuevo a través del sexo, las drogas o Internet.

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DOS FOTOGRAMAS

Hay dos momentos de la película que pueden parecer detalles sin importancia pero que usaré para graficar el tono del guión.

El primero es el de uno de los encuentros sexuales entre los protagonistas que es grabado por Junior, que finaliza con un primer plano de diez segundos del pene de éste, con el condón lleno de semen aun puesto. La Segunda escena es un breve fotograma en uno de los interludios de efectos visuales en la cual la protagonista, Luz, aparece colocándose con ambas manos una cruz entre las piernas.

¿Por qué un primer plano de un pene tan prolongado, un recurso arriesgado que se coloca a un paso de lo chirriante? No creo que sea una manera de escandalizar al público (los surrealistas ganaron su guerra) sino una forma de hiperrealismo. En Videofilia, el sexo y el amor son una relación de cuerpos. El prolongado plano del pene con el condón puesto es como todas las referencias al encuentro de parejas en la película, cuerpos que se atraen y tienen relaciones sexuales, adicciones a la pornografía, personas masturbándose en chats estilo Omegle; una versión de la sexualidad descorazonadamente plástica, pasajera y hedonista. (Esta referencia al cuerpo contrasta por ejemplo con los hiper-sentimentales doramas japoneses estilo Clannad, en los cuales los protagonistas tienen hijos pero nunca los ves irse a la cama juntos y apenas unos cuantos besos en la boca se cuentan por temporada, en ellos el amor está desligado del cuerpo, de una manera igual de radical e irreal que en Videofilia)

El plano de la cruz entre las piernas de Luz habla sobre el trasfondo “ético” de búsqueda de algo nuevo que recorre toda la película (Esa búsqueda que se ve ejemplificada en muchas escenas de personajes abriendo y entrando por puertas a lugares que luego no son mostrados al espectador)  Una huida que los protagonistas permanentemente figuran, como respuesta a su realidad inmediata y triste. Definitivamente el símbolo de la cruz no está allí como una referencia en su sitio, sino como una reposición (un sampleo situacionista) Claro que, el símbolo tampoco está siendo ironizado o parodiado, su sentido entre las piernas de Luz es la de un misticismo que para el director de Videofilia corresponde al sexo. Aquella llave que nos lleva a eso “desconocido” y nuevo que se presenta desde el inicio de la película, pero que en el fondo no es nada más que el tan recalentado deseo chamanístico de expandir las percepciones de la realidad a través del des-orden, que ha sido patrocinado por toda contracultura adolescente desde Bretón y que más o menos recién conoce una alternativa en el imaginario norteamericano con la venida de Kurt Cobain. Este deseo de desbordar para conocer está presente en los poemarios más patéticos de esta generación (Hola, Rengifo) y es para todos los artistas que desean recorrer un camino de intensidad y misterio un perfecto talón de Aquiles.

¿Para qué recorrer ese camino de lo místico y desconocido a través de experiencias intensas? Supuestamente hay una olla de oro al otro lado del arcoíris. Esa olla de oro es una versión de la vida no doblegada por el orden “capitalista” y su versión oficial. Pero sinceramente no estoy seguro de cuan alejada está la plasticidad alternativa de los personajes de Videofilia del discurso “oficial”, por así decirlo.

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LA VERDAD, ME DAN RISA Y PIENSO REIRME EN SUS CARAS

Durante una secuencia en la cual la hermanastra de Luz (interpretada por Tilsa Otta) promociona un concierto con carteles y con un video-trailer en protesta contra la falsa libertad del sistema y el voraz (buuu, buuuu!!!!) consumismo; en el trailer se colocan algunos segmentos de los famosos realities de la televisión nacional. Estos realities que son para la escena alternativa local la muestra indiscutible de la superficialidad de las relaciones humanas, la estupidez y la falta de realidad nacional, ¿No tienen acaso en común todo mucho con las relaciones humanas en Videofilia?, ¿no es una relación plástica y superficial la de tener sexo con desconocidos, falsear identidades a través de las redes sociales, obtener algo siempre a cambio de otra cosa, similares a los chismes semanales de los personajes de estos realities que luego de manera inexplicable aparecen en los periódicos y los noticiarios locales? ¿No falla Videofilia de manera pretensiosa al trazar un malo y bueno entre el consumismo patrocinado por la televisión y nuestros buenos amigos rebeldes y aventureros, cuya rebeldía se basa más o menos en lo raro que uno puede ser y los referentes frikis de los personajes pero que son muy poco humanos al igual que los chicos de Esto es Guerra, que los personajes nunca se abren como personas con algo más que los genitales y en el único momento en el que el protagonista se abre y declara creer estar enamorado de Luz, este es traicionado de una manera hartera y definitiva?

¿No es casi gracioso hasta el ridículo la escena de la fiesta de rock alternativo con las pintas clásicas de todos los locales del centro de Lima que se consideren sucesores de la escena subte en la cual vemos a unos niños vestidos de treinta años gritar con todas sus fuerzas en contra de un sistema que evidentemente se parece más a ellos de lo que pudieran pensar? ¿No dan ganas de reírse y luego llorar de conmiseración mientras uno observa a una parvada de muchachos pensar que esto-es-rebeldía cuando solamente es un grito desesperado de un adolescente anciano a la mitad de un concierto en un club de techo bajo que quiere más que nada impresionar al mundo y de paso a una impresionable chica con el pelo teñido de azul y llevársela minutos luego al segundo piso? ¿No seguimos estampando la cabeza desubicados de una realidad que apenas tenemos intención de analizar porque somos lo suficientemente maniqueístas  y soberbios para pensar que lo que pensamos bueno es bueno y lo malo es lo peor y el diablo y muerte a Giaco Esquenazi?

Es chocante, doloroso, triste, deprimente, gracioso; que una película lograda en términos técnicos como Videofilia, arriesgada en los mismos aspectos, que es una buena película peruana que entretiene y a la cual uno puede seguir en sus dos horas de largo sin dar un solo bostezo, sea al mismo tiempo tan llana (en términos de una propuesta de contenido), y dentro de la escena alternativa, tan políticamente correcta y conservadora. (La sensación que tuve al salir de la sala de Videofilia, fue que había pasado los últimos cinco años de mi vida leyendo toneladas de poemarios nuevos parecidos a Videofilia,  viendo películas peruanas alternativas parecidas, exposiciones en Barranco o el Centro de Lima parecidas a Videofilia; es decir sentí que todo el mundo había sido Videofilia este tiempo y asistir a su proyección fue la gota que derramó el mar)

Videofilia es y merece tener un sitial alto en lo que se ha producido en el cine peruano como varios de los libros que se han publicado con estos registros también lo merecen (Hola, Kevin Castro) pero eso no la salva de ser un copipasteo de las aventuras de nuestros abuelos punks. Por momentos es una oda a una Lima “más real” pero que sorprendentemente se hunde en los mismos problemas que denuncia de la Lima “oficial”

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HUMANO, CASI NADA HUMANO

Videofilia no es una película totalmente irónica o desencantada, pese a que sus planos de hiperrealismo y su visión de las personas como cuerpos lo sugieran. Su búsqueda de algo más que  subyace a la realidad es una convicción que los protagonistas comparten a sus maneras. Estas convicciones son, como se ha expuesto párrafos atrás, gobernadas por una presunción “Anti”, melancólica y que raya lo cursi a pesar del tratamiento de la película.

El internet y las redes sociales, los elementos de gancho en la difusión de la película, son retratados de acuerdo a la mística de la película, un semi-paraíso libre de restricciones y de infinitas posibilidades de encuentro. Se supone que Todo está allí. Se comparten varios videos virales y absurdos de los cuales los protagonistas se ríen. A través de la pantalla las personas son siempre objetos y al final ellos mismos lo serán él uno para el otro, concretando la gran derrota de las personas que viven en esta época, la sensación de estar solo junto a muchas personas (y contactos)

Hace un par de años conversaba con una amiga acerca del aterrizaje de la entonces nueva “poesía de internet”. Uno de los argumentos a favor de las posibilidades aparentemente infinitas de internet que ella dijo esa noche fue el siguiente (parafraseando): “En internet ya no puedes sentirte solo si eres raro. Siempre puedes encontrar a alguien que quiera lo mismo que tú por más extraño que sea. Si quieres conseguir a una persona para comértela y la buscas, definitivamente encontrarás a alguien que desee ser comido por ti”

Claro, el internet es una arma genial en contra de los moldes hegemónicos y un argumento a favor de la diversidad (uno de los personajes de Videofilia dice, la realidad está fragmentada, ya nunca le encontrarás sentido, no intentes encontrarle sentido) Y una de las cosas de las que se pueden enorgullecer los movimientos de contracultura es que ellos albergaron sin discriminación a minorías segregadas durante los 60s, 70s y 80s como las comunidades negras y las mujeres que por primeras veces se atrevían a subir encima de un escenario y cantar. Pero debe ser que hemos llegado a un momento en el cual la diversidad se ha convertido en un discurso tan correcto que aquellos intelectuales, neo-conservadores, acabaron convirtiéndose en portadores de una nueva verdad tan dictadora y difusa como la pantalla de un televisor siempre en blanco. Fox se volvió tan progresivamente un canal porno que no me di cuenta.

Luego del entusiasmo y las visitas a las obras que la generación más reciente ha venido produciendo, ahora le respondería a mi amiga unas líneas que en ese momento no tenía claras. Que lo importante no era ver cuán raro y extraño podías ser y cuan rara y extraña podía ser la persona que encontrabas adelante en una pantalla, ni tampoco cuan extensas y detalladas podían ser nuestras cartografías de la soledad y el sin sentido. Le diría que lo importante era en cambio, tener una persona adelante. Que lo importante era como esa persona dejaba de ser un objeto para convertirse en una subjetividad delante de ti, y cuan empáticamente relacionada, humana, abierta, sincera, familiarmente patética y cercana, podía llegar a convertirse, lentamente; esa persona extraña.

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