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1.

El impulso que llevó a Enrique Verástegui a escribir el Splendor, aquella tetralogía de mil páginas que dialoga con amplias parcelas del conocimiento humano, se puede explicar en la visión que tenía ese autor sobre la poesía (y el arte). Para Enrique Verástegui la poesía es una forma de conocimiento, que de igual manera a las matemáticas, la medicina o la biología cubren campos de conocimiento distintos que finalmente se complementan. Al finalizar la lectura de Procesos Autónomos de Manuel Fernández siento que la búsqueda de conocimiento a través de la poesía es el término que mejor puede acercarnos al concepto de Fernández en su nuevo libro. Esta afirmación no parte de la estructura del libro (el cual está dispuesto en forma de una tesis con citas al pie de página en los mismos poemas,  índice y conclusiones) sino de su intención de confrontar el discurso de la historia, el cual dista de ser contemplativa sino es una gran tribuna crítica, con el del poema. Y de igual forma que Verástegui al trazar su poesía hacia la búsqueda de nuevas preguntas acaba convirtiendo a su poesía en un fagocito devorando elementos y procesándolos como herramientas para su búsqueda de conocimiento, Fernández expande sus registros técnicos, en algunos casos los radicaliza, para asir las preguntas, respuestas y contradicciones que dan forma a este conocimiento.

2.

Procesos Autónomos es la evolución natural de una escritura que inicia con la primera entrega de Manuel Fernández, Octubre, y tiene como antecesor directo a La Marcha del Polen. Los tres libros de Fernández son frescos históricos, cuya inquisición en el fracaso, en la verdad del subalterno y la otra historia de la izquierda se hacen presentes en mayor medida en su última entrega. La búsqueda de una identidad nacional imposible ( de todas las sangres?) acaba en el túnel sin fondo del desalojo de la Parada, siendo el final de Procesos Autónomos un desencanto de los movimientos de izquierda de las últimos décadas, quienes para Fernández han traicionado a sus antecesores de mediados del siglo XX, vendiendo el antiguo gran relato de los movimientos sociales universitarios por un relato permisivo, no-relato, que busca la igualdad de los trabajadores permitiendo el neoliberalismo y deseando insertarse en él, como es mostrado explícitamente en una cita de los pilares del partido Fuerza Social que acompañó a Susana Villarán en su accidentado periodo como alcaldesa de Lima. Pero no creo que el deseo de Fernández sea simplemente el de añorar tiempos pasados con congresistas guerrilleros asistiendo al hemiciclo con una soga en vez de correa sosteniendo el pantalón, sino es el dedo en la llaga de una izquierda excesivamente triunfalista a la que talvez le toque en unos años    sin bases reales    desplomarse estrepitosamente. Al igual que los alumnos de los centros federados sanmarquinos Fernández se les podría unir en coro y decir sobre Fuerza Social o el Frente Amplio, Son democracia social, no socialismo.

 

procesos autonomos3.

El libro acaba con una lista de conclusiones similares a una ars poética. Como todas las ars poeticas, puede parecerle al lector prescindible luego del recorrido del poemario. Sin embargo yo las encuentro contradictorias al final del recorrido que realiza Fernández en Procesos Autónomos.

El gran lastre, que se hace cada vez más evidente, de la generación de Fernández es su conservadurismo respecto a las formas de tratar el lenguaje en el poema (y de hecho gran parte de mi generación,  ese segmento que solo es mi generación por cuestiones cronológicas, repartida en recitales en el centro de lima, adolece de lo mismo) Y puedo afirmar que la poesía de Fernández parte de ese “conservadurismo” pero lo acaba estallando. Me explico, la poesía de Fernández si bien tiene una preocupación por la sonoridad y el ritmo canonizados por la tradición coloquialista, posee desde Octubre una característica cuyo paroxismo acaba derivando en este libro en una más interesante. Octubre es un poemario de frescos, panoramas sobre algo. Para lograr esa polifonía Fernández disponía de la secuenciación del poema, como enhebrando con eslabones una cadena que venía a significar el poema final. En su segunda entrega, La Marcha del Polen, Fernández deja la secuenciación obvia (separar los poemas explícitamente por partes titulando cada parte con 1. 2. 3.) por amalgamar los textos comúnmente uniéndolos a través de citas cuya aliteración en el recorrido del poema derivaban en un constante riffeo como el de la parte más atractiva de una canción de rock.

En Procesos Autónomos Fernández exterioriza esa característica y acaba pasando de la secuencialización inicial de los poemas de Octubre  a una fragmentación. El tramo de los poemas más interesantes en el nuevo libro de Fernández no son los que asemejan a las viejas canciones setenteras sino aquellos que tienen un ritmo de melotron y avanzan afásicos mientras contraponen la voz del poeta con los argumentos de citas de textos poéticos de la tradición local o ensayos o fragmentos de libros de historia o de política, sumado al quiebre de la linealidad del poema que producen los pies de páginas. Esto claro, no es nada nuevo. El primer DJ del copipega en la poesía universal puede ser Elliot y su Tierra Baldía.

Bruno Pollack, integrante de la generación de Fernández, tiene un poema intertextual en el cual cita explícitamente al poema España aparta de mi este cáliz de Cesar Vallejo. Jerónimo Pimentel hace lo mismo con el famoso poema de su padre Rimbaud en Polvos Azules en su poema Orión. Pero estos poemas no van más allá del simple diálogo o copipasteo. Lo interesante en Fernández es que el acaba deformando las citas/ referencias y utilizándolas como un DJ utilizaría un conjunto de sonidos grabados en un sampler. La bibliografía al final del libro asemeja más que una lista de fuentes para una tesis la lista de sampleos que un grupo de electrónica de la segunda mitad de los años 90s solía publicar junto a sus discos, a manera de homenaje a aquellos artistas de los cuales había tomado algo.

Entonces resulta contradictorio que el libro de Fernández, el cual se destaca entre los de su generación en asimilar elementos ajenos a la tradición establecida del Poema acabe diciendo que todo acaba en el Poema. Entiendo que en parte lo que exige Fernández en sus conclusiones es un llamado a la rigurosidad y una condena de la pose, lo cual es necesario. Pero también entiendo que Fernández llama a un enfrentamiento confrontacional a la escritura. Podemos inferir que la asimilación de elementos ajenos a sus herramientas no ha sido forzada, y probablemente haya sido coyuntural. De todos modos si las conclusiones de Fernández niegan que el poema pueda expandirse de sus elementos ya asumidos, los poemas de Fernández lo afirman.

 

4.

Los poemas más interesantes de libro son los que ocupan el primer capítulo, el segundo capítulo hasta el punto 2.1 y aquellos agrupados en el conjunto homónimo Procesos Autónomos.

 

5.

Otra de las cosas que siento es que Procesos Autónomos es una especie de línea final de la línea. Y de hecho, su existencia por momentos me parece increíble. Aquellos libros posteriores a los años 90s que decidieron tomar la posta de los poetas del sesenta y el setenta; y que aún hoy inundan las librerías de poesía con un conservadurismo absoluto, son rostros del fracaso de generaciones que se animaron a cantar una vez más la misma canción sin cuestionamientos.

Es erróneo pensar que Fernández esté en el mismo lugar que esas camadas. Indudablemente todos los libros de Fernández parten eminentemente de la tradición iniciada por Cisneros y proseguida por Hinostroza, Verástegui y compañía. Pero, al igual que Sordoméz o más reciente probablemente, Eduardo Borjas, reconstruyen la canción a su modo.

¿Procesos Autónomos es un poemario que cuestiona los alcances de la poesía coloquial? De algún modo sí. Me imagino al nuevo libro de Fernández como un Frankenstein lleno de remaches con las mejillas parchadas y con una computadora instalada en el cerebro para el mejor procesamiento de la información del autómata. Fernández rescata un cadáver y lo hace vivir. Pero un cadáver dista de un Frankenstein caminante, dista mucho. Además del sampleo de citas y referencias a través del poema, un lenguaje preciso y académico es el que es puesto en los versos rítmicos que antes eran ocupados por el lenguaje de la calle, esto claro, en algunos segmentos. (los más interesantes, bis.)

Pero luego de Procesos Autónomos, no veo escenario posible para el recorrido de Fernández. La evolución de la cual hemos sido testigos ha tomado su curso normal pero no puedo imaginar un libro que parta del mismo molde desde el cual ha partido Fernández para sus tres entregas, luego de los alcances de este. Fernández, al igual que Oasis en Be Here Now, salvo que con resultados mucho mejores en Fernández, ha llevado la música indie/ el conversacionalismo hasta límites improbables. ¿Es coloquialista? ¿Sigue existiendo eso? ¿Es importante? En algunos escenarios, sí.

 

6.

  1. Para generar conocimiento se necesitan los bisturís correspondientes
  2. Para generar conocimiento y salvar/ diseccionar al paciente se necesitan los bisturís correspondientes
  3. Para generar conocimiento y salvar/ diseccionar al paciente se necesitan los bisturís correspondientes que la enfermera no ha traído.
  4. Para generar conocimiento y salvar/ diseccionar al paciente se necesitan los bisturís correspondientes que la enfermera no ha traído pero venden en el hospital de enfrente
  5. El hospital de enfrente resulta ser un restaurante
  6. Los bisturís son cuchillos brutos
  7. Compras los bisturís regresas a la sala de operaciones los lavas un poco y salvas/ diseccionas al paciente

 

7.

Procesos Autónomos es uno de los libros más interesantes de su generación. Esto puede sonar a un halago barato pero lo resumiré en pocas palabras, condensando lo que he dicho en este texto. Fernández empieza a escribir en los noventas, el peor momento de la poesía peruana probablemente en toda su historia. Su generación no era rigurosa. Fernández fue riguroso. Genial. Tuerto entre ciegos. Pero aquellos rigurosos respetaron la tradición en exceso, no tuvieron el valor de cuestionarla. Fernández la cuestiona y fragmenta hasta cambiarle el color del cabello y los ojos. Por eso Procesos Autónomos es un libro un pie delante de la mayoría de autores de su generación y lo acerca a los autores latinoamericanos que torcieron el cuello del cisne de la veta Parra. Ahora; ¿Seguirá caminando, aún hay suelo adelante? ¿Esta historia continuará? Esperemos

 

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