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mateo diaz choza

Si es que en algún momento la poesía escrita en la Universidad de San Marcos fue sinónimo de rabia y fuerza adolescente ( Hora Zero, Kloaka, Neón y muchos otros grupos “x”s de las que hemos ido olvidando sus nombres con el tiempo), tal vez la poesía última (que se está escribiendo o proviene de autores que hace pocos años o actualmente cursan en la universidad) ha abandonado ese tono. (Realicemos la excepción del grupo de poetas cercano a la revista Mutantres). Entre cerebrales, cultistas y clásicos, poetas como Christian Briceño, Julio Fabián Paulo César Peña son muestra de lo que menciono. Detrás de ellos hay camadas de poetas con propuestas similares pero que no han logrado resaltar, y lamentablemente, a excepción de Briceño; las propuestas de Fabián Díaz o  César Peña son realmente deficientes.

A la faceta clásica-cultista que realiza su discurso, abrazando la olvidada métrica y formas complejas de poemas de la  época clásica, pertenece Mateo Díaz Choza. Vale la pena mencionar, que este vuelco hacia atrás puede tomarse como la influencia del taller de poesía de Marco Martos y Gonzalo Espino (que vienen impartiendo hace mucho tiempo en la facultad de letras) y de conocidos gustos por formas aparentemente ya olvidadas como la dificilísima sextina.

Este es el segundo poemario de Mateo Díaz, el primero fue Av. Palomo. Un poemario dividido en tres partes, muy pobre. Especialmente la segunda parte, Microcosmos, tropezaba con imágenes que se chamuscaban antes de alcanzar brillo. En otros tramos aparecían versos innecesariamente sobre-elaborados. Sin embargo, a pesar de estas caídas, en la última parte de Av. Palomo se podía apreciar una mejoría, poemas de largo aliento donde Díaz Choza dejaba ver una lucecita. Para la buena suerte de Díaz, su segundo poemario es más equiparable a la tercera parte de Av. Palomo que al desechable resto de ese libro.

El Libro de la Enfermedad intenta dibujar el camino a través de la enfermedad y de cómo ésta puede (como dice Heidegger sobre el origen de la filosofía = crisis) despertar una inesperada sabiduría/ visión del mundo. Para ello Díaz Choza utiliza innumerables imágenes (como si el lente de una cámara fuese puesto en medio de un patio de enfermos y registra solo vórtices, imágenes que suben y van y dejan en su aparición y desaparición el efecto de la totalidad de lo que se vive en ese  ambiente).Esta característica se da con gran efectividad en la primera de las cuatro partes en la que está dividido el libro.

Junto a estas herramientas  Díaz Choza agrega la utilización de, como ya habíamos dicho antes, formas métricas comúnmente en desuso desde la vanguardia. Sonetos, pies quebrados, etc, se dan encuentro en los poemas de Díaz Choza a veces con éxito y otras no.

El problema con esta propuesta es que por cederle el trono a la métrica a veces se sobrealimentan los versos y esta sobrealimentación de palabras (con un extremo exasperante de cultismo) termina por aletargar los versos, cuando no dan una apariencia efectista sobre las imágenes que intenta enhebrar. Cuando Díaz Choza se equivoca, yerra por ese lado. Por ejemplo el poema Jeremías parte con buenas imágenes y acaba innecesariamente alargándose. De igual manera hay otros poemas comoVisiones de Sansón que empiezan nuevamente con una meta de imágenes/ diálogos entre una pareja y acaban con un poema muy aburrido y que da pocas ganas de releer.

Si bien no se puede negar la efectividad técnica que puede relucir en varios pasajes El Libro de la Enfermedad, y sabiendo además que nadie es La Moral, propuestas como la que significan la poética de Choza (o la de Julio Fabián) resultan en ciertos aspectos desalentadoras. Del mismo modo que la música clásica jamás morirá en los oídos de quienes escuchan a Haydn o a Liszt, debemos recordar que en su tiempo Haydn y Liszt eran piedras calientísimas y el fulgor que mantienen aún a hora es porque ese calor nunca se extinguirá por completo.  La poesía de Díaz Choza es en muchos pasajes fría, suena a forzada, suena a irreal. Suena a un hombre haciendo fogatas en las azoteas de los rascacielos.

Díaz Choza se supera con este libro, pero no puede alentarme en demasía. Esperemos que la técnica y puntos favorables que ha logrado en este libro puedan dirigirse en una dirección diferente, ya que otro libro en esta forma sería en el mejor de los casos irremediablemente repetitivo.

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