¿ENSERIO, ENSERIO, DÓNDE ESTAMOS AHORA?

Yep, si somos realmente sinceros con Lo Sentimentalito, tanto como escena y como estilo literario [ese estilo que va entre lo que hizo Tilsa Otta, Kevin Castro, la primera Valeria Román, etcétera] luce a estas alturas, bastante agotado. Lo cual no quiere decir que la proliferación de poetas que hablan sobre sus vidas y temores con total honestidad, haya dejado de suceder. Una enorme ola de poetas de ese tipo crece en este mismo momento en redes sociales, con Instagram como el bastión principal. Tantos poetas contando sus pequeñas cosas, que pueden convertir a cualquier lector promedio en un alérgico a la sinceridad [y quiero que se detengan un segundo a pensar en QUIÉN se los está diciendo]

Pero en fin, en realidad no hay nada de que lamentarse. Para un movimiento y una escena cuyas raíces empezaron a asomarse en los primeros meses de 2012, es normal que se haya llegado a un periodo de agotamiento. De algún modo la fiesta y el hype que en 2018 se vivía con extrema alegría [parecía que cada semana había un nuevo poeta sentimentalito que escribiría grandes cosas] ahora produce cansancio, obviedad, la sensación que ya hemos leído ese poema hace unos 7 u 8 años.

Precisamente hace unos días veía con un amigo un videoclip ahora más o menos mítico. El video de Eduardo Pucho recitando Salbutamol en un salón de la Facultad de Letras de San Marcos, durante los también más o menos míticos a estas alturas, ciclos de recitales de Sacar un Ojo y Reponer una Naranja. Eduardo Pucho, un poeta de los noventas decisivamente influyente para varios de los poetas actuales, recita en 2012 un poema quintaesencialmente sentimentalito. Un personaje sincero, frágil, un ritmo pop, directo y en realidad simple o minimalista. Sin una gota de ironía y mucho desparpajo en exponer las experiencias personales del personaje. Hey!, e inclusive el título es un fármaco, algo tan de moda en la actualidad en poemas que empiezan mencionando al Alprazolam o la Sertralina.

Pero el problema no está en que principalmente los poetas actuales escriban como si estuvieran en 2012, sino que lo hagan desde las aristas más estereotipadas de ese modo. El video de Salbutamol es mítico porque contiene un gran poema. Uno donde Pucho sabe muy bien como ejecutar un texto que a la vez te conmueve con simpatía y tristeza como de risa y humor, un poco a cuesta del personaje del texto. La dosis perfecta entre tomarse en serio y no tomarse en serio. La Ola sentimentalita posterior a 2018 parece que solo tomara la fórmula de referenciar ciertos símbolos de la cultura pop + añadirle una tensión depresiva tan de moda ahora, y tener un poema.

Siguiendo siendo sinceros, hace un año que ya no hay un poeta dentro de la escena sentimentalita que realmente parezca el siguiente paso. El último poeta nuevo, con muchos muchos Peros, que causó una sensación así dentro de ese estilo fue José María Salazar, con la publicación de su primer poemario Tartamudo. Y si bien yo mismo me sobre-entusiasme con este conjunto de poemas, la mayoría de sus poemas caen en lugares comunes que el primer libro de Kevin Castro, Los Tiempos Jurásicos, ya había anticipado. Con lo cual no creo que el libro sea un desastre total, o que José María Salazar no sea un poeta al que no valga la pena seguir el rastro. Pero en perspectiva fue el portazo final de un trayecto de una década, que pareciera haber llegado a un punto muerto.

¿Qué vino después? El primer libro de Almendra Otta, publicado a inicios de este año, es un ejemplo de la consumación de esos estereotipos. No hay nuevos poemas de poetas como Daniel Vargas, Miguel Yurivilca o Cristal Alarcón, quienes más o menos venían un poco a tomar la posta. La primera plaqueta de la piurana Anaomí Alayo no fue exactamente mala, pero no estuvo a las alturas de los poemas que había publicado antes.

En fin, tampoco quiero que suene a que estoy cancelando a los poetas que acabo de mencionar. De hecho, todos ellos están en sus primeros pasos y el hecho de que hayan pertenecido a una escena que estaba en sus últimos días, sea tal vez la causa de que sus escrituras no hayan despegado aún. Quiero decir, que ninguno de estos poetas está acabado, lo que si bien puede estar acabado es lo sentimentalito. Que ya se haya escrito tanto bajo ese paraguas, hace demasiado difícil encajar a poetas que están ahora mismo buscando una voz propia. Que ellos conozcan escrituras como las de Castro o Román, hace indispensable que ellos no quieran ser meras repeticiones de ellos y sin embargo transitar en las mismas frecuencias [la portada de Seminare de Anaomi Alayo no es finalmente una enorme referencia a la portada de Feelback?]

ES QUE NOS BESAMOS DEMASIADO PRONTO?

Pero aún con todo esto, no quiero sonar triste. Lo más importante que lo sentimentalito puede haber impregnado en la escena actual es un mayor deseo de autogestión e independencia y control sobre la difusión. Una serie de crossovers olvidados entre músicos y poetas [en estos meses, inclusive instituciones aburridísimas como los centros de estudiantes de la Universidad Villarreal o San Marcos, adaptan a su manera las fiestas sentimentalitas para presentar sus recitales de poesía] y el mero hecho de ser más desinhibidos y olvidar la figura rígida del poeta. La ola de recitales organizados por colectivos feministas, promocionándose en redes sociales con memes y poemas personalísimos, parecen también efectivamente infectados.

En ese aspecto, la escena poética actual, cada vez más electrónica, usando a su favor la virtualidad para una mejor distribución es un avance que no debería de eludirse. Me entusiasma que en la actualidad existan revistas o proyectos que podrían considerarse “conservadores” [nótense las comillas] como Lucerna o Alastor, quienes están utilizando las redes sociales de una manera muy inteligente para llegar a nuevos lectores. El perfil de Instagram de la Editorial Alastor, por ejemplo, comparte con avidez poemas de autores como Herboso o María Belén Milla,  llevándolos a nuevos lectores. Es algo que se saluda y celebra.

Claro, aún hay muchas posibilidades que ni siquiera los sentimentalitos más entusiastas han probado [desde la escritura desde plataformas multimedia o el uso del video] o han explotado solo de manera incipiente.

¿QUIENÉS SON LOS RAROS AHORA?

La Pregunta sería entonces ¿dónde se encuentran ahora los raros? ¿Cuáles son las propuestas que en medio de ese centenar de poetas pop, significan ahora un Riesgo?

Es interesante que dos libros que amplían las posibilidades estéticas de la poesía peruana contemporánea hayan sido escritas por autores ajenos a la escena sentimentalita, y con ya un par de décadas de carrera. Persona de José Carlos Agüero, tuvo una publicación exitosa desde un inicio. Editado y distribuido por el Fondo de Cultura Editorial, significa un libro un poco más raro de lo que se ha comentado. De hecho, es sumamente tonto que la mayoría de los comentarios sobre este libro se centren únicamente en el hecho de que el libro cumpla un papel como testimonio sobre un hijo de participantes en la guerra interna. Es obvio que su premiación como Mejor Libro de No ficción en los Premios Nacionales de Literatura tenga más que ver con esa afiliación política que con el texto en sí.

No quiero sonar a que estoy desmereciendo ese libro. Persona es uno muy bueno, intenso. Uno que mezcla la prosa poética, los poemas en verso y las prosas de testimonio junto a un material gráfico muy bien pensado. Es ciertamente un libro sui generis en la poesía peruana contemporánea, que tiene mucho que ver con La Nueva Novela, libro de neo vanguardia de los ochenta chilenos, escrito por Juan Luis Martinez. Esta amalgama de recursos hace al libro poderosamente tocante, mucho más expresivo que sus conjuntos de textos anteriores. Es ecléctico y no tiene prejuicios en usar recursos poco comunes para la poesía peruana.

También mirando las experimentaciones de Juan Luis Martinez, el libro de Melissa Ghezzi, Album es otro volumen con un resultado especialmente intenso y logrado. El libro es una cronología de recuerdos de una pareja homosexual ficticia, recuerdos que caminan hacia un matrimonio imposible, negado por la constitución peruana. En ese recorrido, los textos se amalgaman entre fotografías, juegos, documentos, noticias, recortes astrológicos y demás. Es un libro especialmente doloroso, al igual que el de Agüero, probando que un juego conceptualista no es necesariamente una disposición fría o matemática de los textos. El guino más evidente a Juan Luis Martinez es la inclusión de una bandera peruana dentro de una de las páginas.

 MUTANTES

Sería bastante miope obviar que dentro de la escena sentimentalita no hubo una veta de poesía mutante más abrasiva y maximalista que la del grupo que se posicionó como lo más representativo. La premisa original de la revista Mutantres, una de los principales medios de difusión para los poetas sentimentalitos, era la de hacer una poesía mutante e híbrida que desafiara la definición de lo que era poesía. Muchos de estos poetas apostaban por una prosa que mezclaba los hallazgos del Enrique Verástegui experimental y el arequipeño César Gutierrez, autor de Bombardero, libro de culto entre los autores sentimentalitos.

Crhistian Bafomec, Jorge A Castillo y Jorge Vargas Prado, vendrían a ser los únicos autores en haber publicado libros en este modo. Crhistian Bafomec es el autor de Transmundación, ganador en dos mil catorce del tercer puesto en el Premio de Poesía Joven “Javier Heraud” de SENAJU. Con muy poca difusión, es un conjunto de poemas irregulares con una perspectiva post apocalíptica, no en un sentido pesimista. Una especie de concepción de un nuevo génesis pos-humano y ritual. Starfuckers de Jorge A Castillo tiene una entonación parecida, aunque con un ritmo más pegado a una compulsión de melótromo o de sampler, repetitivo y psicodélico. Como la de un predicador-robot de la década de los ochentas, atrapado para siempre en el futuro. Esta experimentación es acentuada por Castillo en su último libro, Mandarinas Psicodélicas, sin que esta radicalidad sea matriz de resultados mejor logrados.

Tikray de Jorge Vargas Prado es el libro más influyente de esta triada. Construido como un miniPez de Oro del futuro, paradójicamente no ha sido la matriz de poetas experimentales, pero sí de nuevos poetas sentimentalitos desde una visión de un pop andino muy en voga. Un libro que está obviamente influido por esta movida es Biohazard de Gerónimo Paredes. Tal vez la luz que conecta explícitamente a ambos sea el poema final, una prosa maximalista y letánica como la de los momentos más raros de Tikray.

JESÚS LÉVANO

Creo que en el panorama actual de la poesía peruana contemporánea, el inédito más importante es Jesús Lévano. Un autor que no ha sido ajeno a la escena sentimentalita [de hecho, fue una de las piezas fundadoras de lo sentimentalito, editor en C.A.C.A Editores durante la publicación de Los Tiempos Jurásicos de Castro y gestor de proyectos decisivos como la del centro cultural Triángulo Cadmio] ha estado presente desde sus inicios y desde su gestión y curaduría ha moldeado buena parte del ethos sentimentalito.

La poesía de Jesús Lévano es especialmente diferente y refrescante entre el páramo de poetas de lo mundano y el sentimiento de redes sociales. Compuesta con un sonido pletórico de recursos, y – en sintonía con lo escrito por Jorge A Castillo o Crhistian Bafomec- un personaje post- vida, un astronauta de miles de rostros que transita como un viajero sin tiempo a través de utopías y distopías. Su respuesta es un símil a la obra de Morales Saravia frente a los Horazerianos durante los Setentas, maximalista y llena de imágenes. Influida fuertemente por la sonoridad y visualidad de César Gutierrez– quien para los integrantes de esta nueva ola se convertirá probablemente en el equivalente de Tilsa Otta para los sentimentalitos- es una poesía espacial y mítica al mismo tiempo. Futurista y mística. La poesía de Jesús Lévano es como cuando Buzz Aldrin volvió de la Luna y se hizo musulmán.

El asunto es, claro, que Jesús Lévano es en este momento un autor desconocido para la mayoría. La expectativa que genera en sus pocos lectores está presente por el hecho de haberlo escuchado leer en recitales. Hay algunos otros que comparten sus poemas en archivos word a través de chats. Pero nuevamente, todo eso sucede en círculos muy pequeños [rumores de poemas escritos durante un exilio autoimpuesto en Pucallpa, como si todas las historias y rumores encajaran en el rompecabezas de una fábula de genio apartado o genio oculto del gentío, desde un increíble perfil bajo para estas alturas del siglo]

Poemas que, finalmente, al lado de los textos de micrófono libre promedio, suenan a años luz de distancia. Tal vez producto de un buen tiempo en silencio y trabajo. Lo suficientemente prometedores como para pensar que serán el sonido de la siguiente década.

Dengue-Dengue-Dengue

HETEROGENEIDAD EXTREMA

Sin ser necesariamente experimentales, los poemas publicados de Lisa Carrasco y Astrid Soldevilla, excavan en lugares de la tradición peruana que la escena sentimentalita mira solamente de costado. Una compulsión rockera y horazeriana se asoman en el hit Yo no soy Enrique Verástegui de Carrasco, mientras un dinamismo Eielsoniano es utilizado en los poemas de Soldevilla.

Junto a ellas, la piurana Anaomí Alayo, el huancaíno Miguel Yurivilca o Clare Trilce son poetas que a pesar de habitar la escena sentimentalita, no encajan del todo en el esquema – y a estas alturas en el estereotipo sentimentalito. Gustavo Lobatón con Amsterdam, sin necesidad de ser un libro extraordinario, empieza un camino bastante sui generis, en realidad con más cosas en común con la fragmentación de Roger Santivanez en Symbol que con el resto de poetas de la escena. Una publicación con muy poca difusión fue la plaqueta de Josué R. Hipolo, La Trama Continúa, el primer capítulo de una especie de La Casa de Cartón futurista. Un poemario-novela sobre una historia western post-apocalíptica centrada en el distrito de Los Olivos. Tanto Gustavo Lobatón como Josué R. Hipolo, sin aun tener voces consolidadas, no tienen compañeros parecidos en esos caminos. Son por ahora, únicos en sus especies.

Al mismo tiempo, sería injusto obviar todas las propuestas raras que han sido publicadas autores experimentados durante esta década. Poetas aparecidos durante los noventas y ochentas como Willy Gómez Migliaro, Rafael Espinosa o Magdalena Chocano han escrito parte de sus mejores libros en el último lustro. Generalmente sus propuestas [junto a las de otros como Giancarlo Huapaya, Frido Martin, María Miranda o Paúl Guillén, entre otros] son simplemente resumidas con el término de lo “neobarroco”. Lo cual es mezquino a la vez de involuntariamente humorístico [cuán grandes son las distancias entre un poema de Espinosa al lado de uno de Frido Martin?, cómo cometer el error de meterlos en un solo saco y asumir que no hay nada más que comentar respecto a sus estilos?] Estos autores son obvias fuentes de referencia para los autores jóvenes que quieran evadir el tono sentimentalito, recursos para explorar otros caminos.

Marginados en la oscuridad por sus predecesores inmediatos, los nuevos, post-sentimentalitos, nuevaoleros o como se les quiera llamar [new way puede ser un término?] son más heterogéneos y expresivos… al menos en sus inicios. Vale la pena seguir a estos autores. El futuro nuevamente luce interesante. Es de ellos.

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