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El nuevo “once” de Perú. Foto: Depor

Sobre la llegada del “Tigre” al Perú

Nunca un campeonato nacional se gritó tanto en la primera década del nuevo siglo como aquél Apertura de 2008 que ganó la U con Gareca a la cabeza (excepto quizás por el campeonato de ese Alianza Lima de 2003 que era un dream team), ya que la U llevaba 6 años sin conseguir títulos, había perdido la final del Clausura del 2006, había llegado a pelear el descenso en algún momento de ese largo período de sequía, y ya para 2008, luego de desfalcos por parte de la dirigencia y errores tras errores, tenía un equipo en el que convivían una mayoría juvenil y un par de veteranos al borde del retiro, sin las grandes figuras que tenían sus rivales.

Foto: Depor

 

Rabanal y Duarte (dos juveniles de las canteras de la U, luego reemplazados por Balta y el “Coco” Araujo) jugaban en la defensa, una línea de 3 comandada por el “Negro” Galván, jugador argentino que estaba con un pie afuera del fútbol profesional. Dony Neyra y Mayer Candelo, dos mediocampistas con buen pie pero bastante lentos, a veces uno como suplente del otro y a veces jugando juntos. El “Vagón” Hurtado (gran delantero, que jugó la mejor temporada de su vida en esa U), El “Coco” Araujo (que también estaba muy cerca de su retiro), Balta, un juvenil de la cantera de la U (como Rabanal y Duarte) que usaba las medias hasta las rodillas y no se complicaba para despejar con un “puntazo” al corner o al lateral, el “Motorcito” Rainer Torres, gran sacrificado del equipo en la marca, el “Malingas” Jimenez, delantero que se falló de todo (y metió las más importantes), etc. Y es que con la llegada de Gareca a la U sucedió lo impensado, que un equipo anteriormente saboteado por las “vacas sagradas” de la U (encabezados por Piero Alva), que le habían hecho la “camita” a Núnez, el cual tuvo que lidiar con un equipo juvenil que, contra todo pronóstico, luchara hasta el final ese Clausura de 2007 encabezado primero por un inexperto Julio Gómez y luego por el “Tigre”.

Pero la historia probablemente comienza un 1 de Octubre de 2007, con Gareca recién llegado al Perú, viendo desde la tribuna a su futuro equipo, viendo cómo es que la U, en un partido que juega sin entrenador, le voltea el partido a Cienciano, con Fano decidiendo quedarse en la cancha pese a estar lesionado para no dejar al equipo con uno menos, y así, cojo, se impulsa y marca el gol del empate. Esa impresión que se lleva Gareca del equipo que estaba recibiendo aquél día, un equipo con aplomo, que podía sobreponerse a la adversidad con algo llamado “garra”, le cae a pelo al “Tigre”, que en su tiempo también había sido un jugador de esas características, que metía hasta el último minuto, que no daba un balón por perdido.

Gol de Fano contra Cienciano, Clausura 2007

 

Quizá fuera amor a primera vista. Lo cierto es que Gareca finaliza aquél Torneo Clausura de 2007 peleando el título, y ya el Apertura lo inicia con un plan de trabajo, con un equipo en el cual él creía y que a su vez creía en él. Y es que Gareca supo y sabe cómo ganarse a sus jugadores: es un entrenador que va a dirigir en buzo, como debe ser, porque hay lugares y momentos para todo, y y si de algo estoy convencido es de que no hay huachafería más grande que ir a dirigir un partido en terno y camisa, como nos tenían, hasta hace poco, acostumbrados los Mosqueras y los Chemos. El terno es para los pechofríos, para aquellos que te dicen que te pongas la camiseta mientras ellos prefieren vestirse “para la foto”, y Gareca demostró desde el primer momento que él no comulgaba con esta filosofía mediocre muy difundida en el fútbol peruano.

Sobre la U de Gareca, Candelo y Dony Neyra

En el arco el juvenil Raúl Fernández (y en el banco, el veterano Oscar Ibañez). Línea de 3 atrás, con un veterano de la defensa y dos juveniles ligeros (que terminaría el campeonato con Balta y Araujo), le daban a la U algo muy parecido al equilibrio: experiencia, fuerza y “tiempismo” de un lado, y velocidad, entrega y orden del otro. En el mediocampo, Mayer Candelo para generar y Rainer Torres para marcar. La U es un equipo que históricamente no se caracterizó por jugar con un mediocampista de las características de Mayer Candelo. Si bien jugar con un “10” en primera línea era algo tradicional en el fútbol peruano (recordemos a Mariño, Solano, Chorri, Quinteros, Lobatón, etc.), la U se había caracterizado por ser un equipo que jugaba en bloque, apretando en cada jugada: un equipo más acostumbrado a marcar que a elaborar. Sin embargo, ya desde 2006 Candelo había demostrado que su aporte era mucho más que el de “dar buenos pases”: Candelo comandaba y organizaba a la U, jugó contra Cienciano la posibilidad de campeonar el Clausura de 2006, lo cual era bueno por una parte, pero por otra había generado una especie de “Candelodependencia” en la U: el equipo dependía de los “chispazos” creativos de Mayer Candelo para progresar en su juego. Gareca, al llegar y toparse con esa realidad, entendió que tenía que potenciar al resto del equipo.

Foto: Depor

 

Así, lo que hizo el Tigre fue darle a ese mediocampo todas las variantes posibles: Toñito Gonzáles, Miguel Torres, Rainer Torres, Julio Landauri, el “Goyo” Bernales, Dony Neyra y hasta Giancarlo Carmona (que llegó como refuerzo para el Clausura). La consigna era poder abrir el juego con velocidad partiendo de la recuperación y gran despliegue de Rainer Torres, jugar rápido con Candelo y/o Neyra (a veces uno era suplente del otro, otras jugaban ambos) y conseguir, a partir del buen pie de ambos, que Torres y Landauri encuentren al Vagón Hurtado (que ganaba por velocidad), o al “Malingas Jiménez” (que era el llamado a ser el referente en el área). Y así fue. La U, poco a poco, dejó de ser un equipo “Candelodependiente” para pasar a tener variantes, el equipo quizás con más variantes en el mediocampo de todo aquél Apertura de 2008, con rotaciones arriesgadas en las que un tipo como Rabanal podía ocupar la posición de extremo ofensivo por izquierda. La U pasó de depender de un jugador a jugar en equipo, sin tratar de inventar la pólvora, al contrario, aprovechando lo heredado de entrenadores anteriores (de esa U de 2006) y potenciándola, comprometiendo a juveniles como Fernández, Duarte, Balta, Rabanal y Landauri, que recibían la confianza del “profe” y se mostrabana sólidos y bien parados en el campo.

Universitario Campeón del Apertura 2008

Aquél Universitario campeón del Apertura sea probablemente uno de los planteles de la U que más garra ha tenido. Y es que pocas veces tienes un plantel en el que, más allá del contrato con el equipo, todos o casi todos los jugadores eran, además, hinchas de la U. Empezando por Gareca, por supuesto.

Sobre el Tigre y su llegada a la Selección Peruana

Por eso, la llegada de Gareca a la selección no fue, para mí, una sorpresa. Ya se había voceado su nombre antes, y lo sorprendente más bien era que llamasen a otros y no a él. Todo buen hincha de la U debe recordar con nostalgia el equipo del que hablé lineas arriba, y con cierta pena el hecho de que Gareca perdiera a su padre en Argentina y tuviera que regresarse y dejar el equipo. Creo que nadie en su sano juicio le reprocha nada.

Foto: AFP

Por eso, cuando llegó Gareca, mientras todo el espectro deportivo del país buscaba referencias del técnico en cuestión viendo la campaña del Velez Sarsfield, los hinchas de la U tenían bien grabado en la memoria aquél equipo crema que había ganado, gustado y campeonado. Sentimos una especie de tranquilidad, porque conocíamos el trabajo del Profe, y le apostamos todas nuestras fichas a aquél entrenador que había logrado comprometer a muerte a sus jugadores.

El reto en la selección era que nuestras “vacas sagradas”: Pizarro, Vargas, Farfán, ponían y sacaban entrenadores y jugadores, y le quitaban el lugar a los juveniles. Gareca es un tipo práctico y como tal, comenzó poniéndolos a jugar para ver y hacer sumas y restas. En su momento nos fue bien, pero luego caímos en lo mismo de siempre: falta de entrega, indisciplina, escándalos, declaraciones como la de Farfán (desmereciendo la decisión de Gareca al ponerlo de titular), etc. La enfermedad de la que padecía esta selección era que unos cuantos propagaban una filosofía del “esto es lo que hay”, convenciéndonos incluso a nosotros los hinchas, que no dábamos con variantes posibles ante esa triste realidad. Había que cambiar esa realidad.

Sobre el adiós a la “era Lobatón” y a las vacas sagradas

Jugamos la primera Copa América (la de Chile) con los “cuatro fantásticos”, con una línea de 4 compuesta por Advíncula, Zambrano, Ascues y Vargas, y con Lobatón en el medio campo, continuando la tradición de Mariño, Solano y el Chorri, es decir, jugar con un 10 en primera línea para organizar el juego y controlar el balón. Así había jugado Gareca en la U y así venía jugando Perú durante muchísimos años, por lo que lo más práctico era continuar esa trayectoria. La actuación fue positiva (quedamos entre los cuatro primeros), por lo que el equipo no cambió para las eliminatorias.

Alineación Perú vs Chile Copa América Chile 2015. Imagen: AFP

Es allí donde comienza el declive. Luego de ganarle a Paraguay, cerramos los primeros partidos peor que en las eliminatorias anteriores, y la dejadez de Pizarro (que deja a Perú con 10 al salir lesionado, provocando el gol de los Uruguayos), la falta de disciplina deportiva de Vargas (que subió un montón de peso) y la pésima actitud de jugadores como Zambrano, Advíncula (que se había ido de juerga) y Farfán, hizo que el técnico se reformule todo. Como debió reformulárselo Markarián (que prefirió pactar con ellos para que no le hagan la “camita” y seguir vendiendo humo a cambio de un sueldazo), como en su momento se lo replanteó Chemo (pero a él sí le hicieron la “camita”), como no había sucedido en mucho tiempo.

Imagen: América Televisión

Así, Gareca saca del once a Pizarro, Vargas, Farfán, Ascues, Zambrano, Advíncula y compañía, y decide apostar por nuevos jugadores.

¿Cuáles eran nuestras variantes? ¿Teníamos algo más allá de estos jugadores? Bueno. Por un lado, la “Pulga” Ruidíaz venía teniendo grandes actuaciones en México, Flores estaba en un nivel superlativo, Yordy Reyna estaba jugando una barbaridad en Estados Unidos, Yotún venía demostrando que tenía dotes para jugar en el mediocampo (¿o acaso no recordábamos ese balón que le roba a Chile para ponérsela en “callejón” a Farfán en ese 1-0 de las eliminatorias rumbo a Brasil 2014?), Rodríguez llevaba algún tiempo sin lesionarse y recuperando su mejor forma, Carrillo había conseguido un buen nivel futbolístico en Portugal, Polo no dejaba de crecer su juego en la U, Tapia estaba jugando muy bien en el Feyenord de Holanda, Oscar Vílchez venía siendo pieza clave en el equilibrio del medio campo en Alianza Lima, Cueva ya había demostrado que podía ser vital en el ataque de la Selección, Aldo Corzo había mantenido una regularidad importante en todos los equipos en los que había estado (destacando sobre todo por su gran sacrificio en el campo)…

Foto: Grupo Epensa

 

Gareca vio algo que los demás no sólo no vimos, sino que no quisimos ver: teníamos variantes de sobra. El problema era que un pequeño grupo de pechofríos nos hacían pensar que no. Si no me creen, recordemos las palabras de Claudio Pizarro durante el ciclo Bengochea: “Todos estos jugadores, incluido yo, es lo que hay para Perú”. Eso era lo que querían que pensáramos los peruanos, y eso fue lo que pensamos, equivocados, la mayoría.

Pero el Tigre, sin hacerse muchos líos, acabó con esto llamando a otros. Y reestructuró la Selección. No obstante, las variantes al incluir a Cueva, Carrillo, Polo, Ruidíaz, Flores y demás, tenían algo en común: todos eran (son) jugadores veloces. Aquello traía consigo la necesidad de cambiar la “vieja confiable” del pelotazo largo de Lobatón para buscar a Guerrero arriba por una táctica en la que el equipo aproveche su cambio de ritmo para hacer daño. Es decir, llegar al área rival en base a pases y movilidad, y no al buen pie de un sólo jugador.

Esto implicaba una ruptura total con respecto a lo que había jugado la Selección antes: había llegado el momento de dejar de jugar al ritmo de Lobatón (veterano, tiempista, lento, de buen aporte a la selección cuando se le requirió) para jugar a nuestro propio ritmo, y pasar a atacar en bloque, como no lo habíamos hecho nunca. Aquél fue un cambio bastante fuerte y quizás la clave de la Selección que vemos hoy en día. Y es que romper una tradición heredada del pasado es difícil, cambiar la táctica del 10 en primera línea (con la que la U había campeonado en el Apertura de 2008) por la de un mediocampo mucho más dinámico.

Alineación Perú vs Ecuador Copa América Centenario 2016. Imagen: AFP

 

Con Lobatón fuera del once, Yotún, mucho más veloz, toma su lugar para darle paso a una nueva era en la selección, un pasar de página de la dependencia de un Lobatón, un Solano, un Chorri, un Mariño a la de un fútbol más acorde a la modernidad, más dinámico, más táctico, más veloz. De esa forma hicimos una gran Copa América Centenario (eliminando a Brasil) y un excelente cierre de Eliminatorias. Gareca fue capaz de visualizar el panorama, aprender de sus errores (que los cometió) y superarse a sí mismo. Fue capaz de entender que el fútbol peruano no podía mantenerse en un plano anacrónico desligado de un contexto internacional donde tener un jugador que no juega al ritmo de sus compañeros es un lujo innecesario. Fue capaz no sólo de cambiar de rumbo a medio camino, sino de adaptar al equipo a este nuevo rumbo, y ya no sólo adaptarlo sino de comprometer a sus jugadores y hacerlos creer que era posible llegar a pisar el área rival tocando, haciendo paredes, haciendo transiciones rápidas de un extremo a otro, aprovechando las diagonales y rotaciones, defendiendo y atacando en bloque, jugando de memoria, desordenando al equipo rival.

Y esto no es poco mérito. Hoy en la selección peruana no hay pechofríos porque se juega a otro nivel de intensidad, con un grupo sólido y solidario. Por lo mismo, da igual que entren Araujo, Aquino, Cartagena o Peña (quizás el jugador que más me ilusiona pensando a futuro), todos están comprometidos con tirarse de cara por la Selección. Ha sido difícil romper con la herencia futbolística que nos dejan planteamentos excesivamente cerebrales como el de Mosquera, Reynoso, Chemo, Valencia o Uribe en el fútbol peruano (coincidentemente todos excepto Valencia usan terno para dirigir sus partidos), sobre todo luego de que consiguieran “validar” su filosofía de juego al campeonar o destacar con sus equipos jugando con excesiva frialdad, demasiado tácticos, sin emoción, sin garra, acostumbrándonos a que ese sea el estándar del fútbol peruano. Y con esto me refiero tanto a esa U mediocre y conformista de Reynoso que campeonó en 2009 como a ese frío Cristal que Mosquera sacó campeón en 2012.

Lo que opino sobre los que dirigen con terno vs los que dirigen en buzo.

 

Pero ahora eso ha quedado en el pasado. Hemos dado vuelta a la página y vemos las primeras luces de un proceso distinto al resto de procesos que ha atravesado nuestro fútbol. Se le dio a Farfán y Advíncula la oportunidad de volver a la selección: bien por ellos, y ojalá se sigan ganando un lugar en esta selección. Pero han vuelto a una selección muy diferente a la que dejaron en su momento, una selección irreconocible a la que o le siguen el ritmo o quedan fuera. El cambio que ha impregnado Gareca en la Selección peruana ha dado sus frutos, sobre todo en la recta final de estas Eliminatorias, donde Perú ha conseguido empatarle a Argentina en Buenos Aires, ganarle a Ecuador en Quito o incluso, por qué no decirlo, empatar con Colombia en Lima, probablemente uno de los candidatos a llegar lejos en el mundial. Con este nuevo equipo uno siente una tranquilidad diferente, ya sea que empecemos con el marcador a favor o incluso si nos toca comenzar perdiendo, porque sabemos que once jugadores irán a buscar el resultado contra todo rival, estadio y estadística, como un equipo que Ricardo Gareca ha conseguido consolidar y que esperemos pueda ganar la repesca y llegar muy lejos en el mundial, abriendo así, no sólo una nueva era futbolística, sino también una nueva etapa de gloria en la historia del fútbol peruano.

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