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Es fácil (?):
Porque si a nosotros no nos tocan, no tenemos porqué decir algo. O no tenemos porqué hacer algo. Estamos limitados a condenar desde nuestras butacas que allá, en alguna parte -no sabemos todavía dónde-, hay machismo.
Es fácil: desde nuestra butaca se pueden decir mil cosas, porque es cómodo ser espectador, regresar a casa y darle de comer al perro. Olvidar lo demás porque si a nosotros no nos tocan, no tenemos porqué recordarlo. Recordar cuando es conveniente: a veces me indigno, a veces no. A veces le doy like en facebook, a veces no. 410 mil abortos clandestinos se registran al año en el Perú. Ah, qué terrible. Entre el 2009 y 2015, 734 mujeres fueron víctimas de feminicidio. Ah, lamentable. El 75% de mujeres víctimas de violaciones sexuales han sido menores de edad y, casi un tercio de ellas sufrió este abuso en sus propios domicilios. Ah, es una pena, pero así es pues, qué-le-vamos-a-hacer. Perú, ¿país de violadores? ¿QUÉ? Nosotros no somos los monstruos (pero los escondemos mientras podamos)
Es fácil: porque como personas, creemos que nuestro trabajo es voltear la cara. Porque como poetas, creemos que nuestro trabajo no debería ser más que voltear la cara. Porque creemos que en la escena poética de nuestro país no existe violencia de género. Porque en las mesas de poesía solamente hablan hombres. Porque tú no vas a publicar si es que no te acuestas conmigo. Porque creemos que los poetas son tótems intocables, intachables: ultra-respetadísimos señores de versos tersos, bla bla bla. Porque creemos que aman tanto a las mujeres. Y vaya que las aman. Porque vamos a sus recitales y compramos sus libros. Porque todavía les aplaudimos mientras recitan: Cierra los ojos/Descansa/Estas manos solo desean/De tu cuerpo desnudo/La esperanza. “Estas manos solo desean“, esas manos sólo desean qué. Esas manos están llenas de sangre, y son las mismas manos del tipo que salió en las noticias en hora estelar porque mató a su novia, del padrastro que violaba a su hija por más de 10 años, del congresista que te mandó a hacer un lavado vaginal, del estado que te esterilizó y de todos los que nos han aplastado por largo tiempo. También de las nuestras, porque si no nos tocan…(ya saben cómo va la frase).
Esas manos son todas de la misma gran máquina, el mismo sistema.
Esas manos nos han convertido en cifras y porcentajes. Ni tú ni yo queremos ser cifras, pero en los próximos años nuestras hijas y hermanas y todas las mujeres que queden se aprenderán de memoria para recordar que esos son los límites del dolor.
Esos límites seguirán ampliándose: sabemos que las instituciones ni el Estado van a hacer algo al respecto.
No es fácil buscar justicia.
No es fácil olvidar cuando eres tú la que se está desangrando en una camilla de hospital o en el piso de casa.
No es fácil no decir nada.
No es fácil no tener miedo.
Pero ninguna está sola. #NiUnaMenos
***
DAÑO No 18
Creer que estás embarazada
Querer sexo (querer que quieran sexo
contigo) pero pasar el viernes sola
Ponerte en el pellejo de la hermana de Celan
que nunca apareció
Ver llorar a un anciano
que ha visto un reportaje en la televisión pública
sobre el abandono de ancianos; su triste párpado
de repente
chasquea
Ir al ginecólogo y decir
creo que estoy embarazada
Desmayarte de nervios y dolor; el doctor te hipnotiza
con su insulto feroz “no sé por qué, querida,
te duele tanto este dilatador: es
para vírgenes”
Decirle a tu madre
he ido al ginecólogo
porque creía que estaba embarazada
Ah, ¿ya mantenéis relaciones sexuales completas?
Y sin precauciones, estoy decepcionada
Ver que tu madre está decepcionada tu
madre está
decepcionada
Ponerte en el pellejo de Celan
que jamás encontró a su hermana
imaginaria
Ponerte en el pellejo de Giséle porque
Celan intentó estrangularla porque
jamás encontró a su hermana
imaginaria
Querer gustarle pero él te dice
si quieres vamos a mi cuarto o a tu cuarto
Lleváis apenas 10 minutos
con los besos no te fías
de él
Querer sexo pero no fiarse
Ah, ¿Pero querías algo auténtico?
Y sin precauciones, estoy decepcionada
Me dijiste que tenías el corazón atado
al tobillo
Lo siento lo solté un momento me dormí
y se me escapó
Es un desobediente
Muy mal muy mal pídele perdón al chico
Perdón
chico
– Berta García Faet (Valencia, 1988)