La tradición poética peruana ha sido en buena medida una sucesión de oleadas enfocadas en ciertos aspectos en común, ya sea por la moda, el espíritu de una ideología o la devoción por ciertos autores, estas  oleadas-movimientos se han sucedido con relativo éxito. Testimonio de eso son las Generaciones de poetas peruanos de los 50s, 60s y 70s, aunque bien podríamos agregar a la movida postmodernista y la vanguardia-Colónida aquí.

Mientras algunos han decidido moverse en masas, han existido propuestas a contracorriente de su época, autores que han acabado siendo conocidos como “insulares”. En ese lote podemos encontrar autores de gran talla como Montalbetti, Morales Saravia o el Verástegui pos- Extramuros. Rodrigo Vera, salvando las distancias, forma parte de esos poetas.

Acajo Mundo es una propuesta distinta a lo que se viene haciendo en la poesía peruana joven. Si los movimientos de los nuevos se deciden entre seguir el conversacionalismo, hablar desde un yo virtual o perder el género literario; Acajo Mundo no se ajusta entre estas propuestas: Es un poemario, resumido mezquinamente, fónico. Acajo Mundo está dictado para el oído más que para otro sentido, rememorando el sentido tribal-canción de la poesía más ancestral que conoce la humanidad. Significa la radicalización de la Fonopoeia de Pound. Solo podemos rastrear un similar peruano, el Roger Santiváñez pos- Symbol, aunque Santiváñez acaba desarrollando una propuesta fónica adaptando/renovando los antiguos tercetos y sonetos, en cambio la poesía de Vera entra desde un formato más amplio y menos interesado por el habla es vida. Hay varios momentos logrados en el poemario de Vera como por ejemplo el poema Embudo exacto y los que forman parte de esa sección.

El poemario, dividido en 6 partes + un poema introductorio homónimo del conjunto, tiene al mismo tiempo algunos puntos bajos. El segmento “Graso” el más alejado de la propuesta fónica padece poemas que dejan insatisfecho o inclusive con una sensación de fallida voluptuosidad “Como un Mosco Muerto   Untado/ Sobre la gama luminosa de la vida/ Palpita quedo el desastre/ El ano del miedo/ reteniendo el color que sobrevive/ Negro.” Esta propuesta, debido a la rareza de su propuesta puede hacer rebotar a un lector amateur y poco más que confundir a uno experto. No me refiero con esto a que  la posibilidad de una propuesta pop cercana al lector deba ser la predilecta por los poetas jóvenes, pero sí a algo que todos los poetas y escritores en general aspiran, que su libro pueda expandir en grado mínimo al menos el rango de la población interesada en los libros. Aparte del concepto de propuesta fónica, los poemas no están hilados por un concepto-libro que probablemente hubiese convertido a Acajo Mundo en un libro de más ágil lectura.

Es bueno encontrar a un poeta que en su primer libro se anima a escoger un camino bastante propio y difícilmente interesado en inscribirse a alguna corriente de las que conformas las interminables revisitas de los poetas nuevos. Es algo valiente. Y ese valor significa en Acajo Mundo en sus momentos cumbres, frescura. A esperar el segundo libro y un concepto hilando las cosas con firmeza.

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