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La poesía peruana está en crisis. Pero bueno, sin crisis no hay poesía.

Conversamos con Roger Santivañez a través de Gmail y le preguntamos acerca de cuál es su visión de la poesía actual peruana y latinoamericana, su visión de los nuevos (y pocos) grupos de poesía que revientan el asfalto por aquí y por allá. Roger Santivañez es uno de los poetas que más experimentó en los años 80’s, posterior a su participación en el grupo poético Kloaka. Su libro Symbol, es el primer escalón de esa nueva forma de escribir poesía que apareció por los 90’s en el Perú y que se llamó neobarroco. Leamos las cosas que nos respondió mientras Nicanor Parra lloraba.

 

En el ensayo La Hegemonía de lo Conversacional, de Jose Carlos Yrigoyen, él te menciona como el poeta cuya trayectoria mejor grafica lo que le ha sucedido a la poesía peruana en los últimos 30 años. ¿Por qué la ruptura con el conversacionalismo en Symbol y en toda tu obra posterior? Y claro, ahora tomando distancia, ¿Por qué crees que propuestas como la tuya o la de Domingo de Ramos no llegaron a masificar y hacerle frente al canon conversacionalista?

La ruptura con el conversacionalismo en Symbol se debió a un proceso natural de la evolución de mi lenguaje poético. Por aquellos años de 1989 y 90  me encontraba en el centro de una búsqueda que se había iniciado un tiempo antes. Mi búsqueda consistía en una exploración que –partiendo de la poesía conversacional que me vio nacer– trataba de avanzar hacia una nueva forma.  Un buen día –a mediados de los 80’s– comencé a preguntarme dónde estaría y cuál sería la expresión coloquial más auténtica y radical. Todavía estaba obsesionado por el famoso apotegema de Ezra Pound: Poetry is speech [Poesía es habla] y llegué a la conclusión de que dicha expresión se encontraba en el lenguaje de la calle, la ‘sintaxis callejera’ como habría dicho Mariátegui.

Ahondando mi cómputo dije: ¿Y dónde está la forma más extrema y creadora del lenguaje callejero? En la jerga del lumpen –fue mi respuesta. Esto –claro– ya lo había visto en cierta recuperación que realizan libros como Kenacort y Valium 10 de Jorge Pimentel y Un par de vueltas por la realidad de Juan Ramírez Ruíz, y aún antes en los atisbos de Luis Hernández [Qué tal viejo Che’su madre] y en los Poemas de entrecasa de Manuel Morales o en Cuaderno de quejas y contentamientos de Marco Martos, así como en propuestas como Santa Rosita & el péndulo proliferente de Mirko Lauer. Pero yo quería profundizar más. De modo que abandoné mi vida académica (ahora me doy cuenta que eso fue lo que hice cuando fundé el andes-ground Movimiento Kloaka) y me sumergí en las esquinas de Lima en busca de aquel lenguaje lumpen que –para mí en ese instante– me abría un fascinante camino en la exploración y conquista del nuevo lenguaje que ansiaba (aunque de manera intuitiva y no conciente) para salir –de una vez por todas– del conversacionalismo imperante.

Pero justo es decir que todavía estaba en el tal coloquialismo. Es decir, dicha búsqueda estaba aún en el plano del habla cotidiana. Sin embargo, la poesía tiene sus propios rumbos, modificaciones e insospechados arribos a territorios inesperados (exacto como el peregrino de las Soledades de Góngora).  De modo que mientras iba escribiendo los poemas de Symbol  –verano 89/90– fui poseído por una suerte de inspiración mediante la que me di cuenta que mi extralimitación con el lenguaje coloquial y la jerga de las esquinas callejeras me había llevado –primero– a una especie de viaje interior terrible, como si pudiera llegar a la sima de mi mismo y –desde allí abajo– encontrar una voz primordial y expresarme con las primeras palabras de alguien que también está hablando por primera vez. Fue algo muy loco, parecido a la epifanía joyciana pero distinto porque no se trataba de una visión sino de una voz que me nacía desde muy adentro. No me quedó otra alternativa que seguirla.

Seguí prendido de este tono durante los 3 meses que me tomó la composición de Symbol todas las noches.  Luego percibí que su lenguaje ya no era estríctamente conversacional. Había partido de él, pero su plasticidad me llevó a una sonoridad y complejidad sintáctica que ya apuntaba a otra zona: una especie de iluminación que el lenguaje se conseguía por sí mismo. Y me abría las compuertas para lo que vendría después. Propuestas como ésta no se han masificado –me parece quizá– debido al elaborado trabajo de lenguaje que requieren.  El canon conversacional –como tú lo llamas– es muy fuerte y tiene una presencia insoslayable. Podría decirse que es el tronco principal en el huerto de la poesía hispanomaericana contemporánea.

Desde la aparición de la antipoesía parriana (1954) y el exteriorismo de Cardenal a fines de los 50’s: Enrique Lihn, Antonio Cisneros, José Emilio Pacheco y Roque Dalton. Mucha agua ha corrido desde entonces bajo los puentes de dicho cauce durante los 70’s/80’s y hasta nuestros días sigue fluyendo. Pero es cierto también que surgió un nuevo movimiento como  el neobarroco alrededor de 1986, consolidándose en lo 90’s y llegar a un punto crucial con la publicación del Medusario en 1996. En el Perú justo es mencionar la obra de José Morales Saravia quien –en un instante tan temprano como 1976– ya escribía una poesía que podríamos considerar neobarroca. Su primer libro Cactáceas salió en Lima, 1979.

En mi criterio hay otros dos poetas que –de alguna manera– rompían con el conversacionalismo imperante a fines de los 70’s. Me refiero a Mario Montalbetti y Carlos López Degregori. El primero trajo una nueva sintaxis a la poesía peruana con el fraseo incomputable de Quasar/ El misterio del sueño cóncavo aparecido en el número 1 de Hueso Húmero en Lima, 1978. Y el segundo –por esa misma época– componía Las Conversiones (publicado recién en 1984) con una elaboración que aunque todavía se alimentaba del coloquialismo se salía por la tangente de un imaginario que lo desdecía. Otro caso importante es el de Vladimir Herrera, quien viviendo en España publica bajo el sello Taberna de Cimbeles de Valencia [1984] su Del verano inculto de clara herencia barroca o –para el caso– muy próxima al neobarroco. Hay entonces una  línea refractaria al conversacionalismo standart en el Perú, una línea aunque cuasi secreta, muy firme y poderosa.

Entre lo último que he leído hay una poeta llamada Rosario Tarazona que firma como Ljudevir Hlavnikov, unas exploraciones neobarrocas de lo más interesantes.

Tus poemas en cierto modo dan una preferencia a la musicalidad, Symbol es el cuaderno musical. Tienes muchas características que te emparentan con los autores del Medusario y más extensivamente del neobarroco. Sin embargo esta corriente nunca tuvo grandes logros en el Perú, o al menos contadísimos. ¿Por qué crees que no se llegó a amoldar esa tradición en el Perú?

Prosiguiendo con mi respuesta anterior, pienso que es posible afirmar la existencia de una fundamental línea de prosapia neobarroca en el Perú que vendría desde la obra de Martín Adán –principalmente con Travesía se extramares [1950] y aún antes con La rosa de la espinela [1939] y continuaría con los trabajos de Carlos Germám Belli durantes los 60’s. En los 80’s tenemos a Mirko Lauer con su trabajo recogido justamente en el Medusario. Claro, mi poesía prefiere la musicalidad. De allí viene Symbol mi cuaderno músico. En mi soledad de Pueblo Libre –exiliado y asilado por Mabel Sarco, a quien rindo homenaje aquí– llegué a las praderas del neobarroco sin saber aún de la existencia de esta tendencia. Después en Estados Unidos he conocido a José Kozer, Eduardo Espina, y en Buenos Aires a Reynaldo Jiménez. Estoy muy agradecido por la acogida que ellos me han dispensado casi como un nuevo miembro de la collera. Yo reconozco mi lectura de su magnífica obra y del Medusario como un insoslayable punto referencial para mi propia escritura, pero también es cierto que ella desarrolla otra dimensión que podríamos llamar Poesía de Lenguaje, aludiendo al trabajo y elaboración bordada del texto –textil– que se enhebra con las reverberaciones de los objetos, los sonidos y sus asociaciones y resonancias contiguas como partituras de un sintaxier [Mallarme dixit].

Revisando a la poesía peruana de las últimas tres décadas vemos una continuidad. Saldando el gran fracaso que vienen a ser los 90’s, en los 2000 se publicaron libros muy logrados en el estilo conversacional que tenían un tono más elaborado que el de sus predecesores noventeros. Puedo mencionar a Octubre de Manuel Fernandez o a Berlin de Guerrero. ¿Es necesario para un poeta joven hacer una ruptura con el coloquialismo?

  No, no creo que sea necesario para un poeta joven romper con el coloquialismo; es decir, no creo que haya nada necesario para nadie, sea joven o viejo. En la poesía no hay necesidades, sino experiencias. Es decir, aconteceres. Cada quien sabe lo que le acontece. Y por donde va su escritura y su creación. Lo que podría decir es que a un joven le es propicio experimentar, buscar, ir más allá de los lenguajes establecidos. Así entendería una ruptura contra el conversacionalismo, en el que yo mismo estuve y sigo estando, porque –a veces– tengo ritornellos a vesos super coloquiales pero estoy consciente de su posibilidad neobarroca y tiendo a ello, porque lo siento como un formidable desafío en poesía. El trabajo de lenguaje. Conozco Berlín de Victoria Guerrero. De hecho tuve la ocasión de presentarlo en Lima en una Feria del 2011.

“Los caminos de la poesía son amplios e insospechados y nadie va a decirte cómo tienes que escribir.”

El neobarroco, la poesía del lenguaje, no fueron los únicos frentes al canon coloquialista. En México hoy en día en los poetas jóvenes hay una tendencia a defenestrar los géneros literarios y hacer “poemarios” híbridos que al mismo tiempo son novelas o tratados científicos. Esto nace del Verástegui posterior a Los Extramuros. En Chile hay poetas como Héctor Hernández que han elegido por la experimentación. ¿Qué tendencias te parecen interesantes dentro de la poesía en español última?

He tenido la oportunidad –gracias a mi amigo el poeta Maurizio Medo– de leer la poesía joven de Latinoamérica. Él me pidió un postfacio para su muestra País Imaginario. Allí vi algo de lo que tú me citas aquí. Noté que los jóvenes fusionan todo: desde su lectura crítica del neobarroco, la poesía del lenguaje, el ancestral conversacionalismo y muchas otras formas como la esencial poesía pura, ismos y vanguardias, hasta el hybrido palimpsesto digamos, y hasta la onda sonora y visual performática presentando una opción que la leí como peroducto de la tecnología actual y la rapidez de sus imágenes virtuales y/o plurales cuando no fugaces instantáneas,  ritmo de una pantalla cotidiana y efímera como nosotros mismos. Me gusta la frescura del torrente y la liberada capacidad con que los muchachos ‘se mandan de hacha’ –como se dice– y les importa un pito respetar lo establecido en el canon. Esa actitud me simpatiza porque creo que es la ‘única realidad azul que nos cautiva’ [Cesáreo Martínez, dixit] único cómputo válido: permanecer en estado de creación, en ese hervor arguediano o –más suave– fervor borgeano. Pero radical siempre.

¿Hay algún autor joven peruano cuya obra te entusiasme, por qué?

Mario Pera. Su libro inédito Cuando leemos sobre mariposas me parece lo más avanzado de la poesía joven.

Kloaka es el último colectivo en la poesía peruana, o al menos el último colectivo que tenía homogeneidad en las propuestas de sus autores y que tuvo autores que a la larga se volvieron imprescindibles. La vocación de ruptura del grupo dinamitaba la cultura burguesa, la pacatería de la sociedad limeña. ¿Crees que en algo ha cambiado la cultura pacata limeña desde ese entonces hasta ahora? ¿No es el triunfo del individualismo capitalista la desaparición de los colectivos-tribu en el panorama de la poesía peruana especialmente en los 2000?

Kloaka acaso pretendió emular la tradición clásica de la células revolucionarias del siglo XX.” Pienso que hay algo de cierto en tu pintura de la actualidad respecto al individualismo predominante. No es tiempo para grupos pareciera. Sin embargo los colectivos –con mayor o menor éxito– siguen creándose quizá porque es perentorio en algún momento de nuestra vida recopilarnos y mostrarnos juntos. ‘La tierra es ancha e infinita cuando los hombres se juntan’ dice Washington Delgado. ‘Hagamos algo para que después digan que fuimos locos’ –espetó Picasso. Kloaka sería el último colectivo organizado a la manera bolchevique de ‘La escuela de cuadros’ aprendida en el Qué Hacer de Lenin, aún cuando su propuesta ideológica portaba la augusta bandera negra. Kloaka acaso pretendió emular la tradición clásica de la células revolucionarias del siglo XX, incluyendo los ismos de vanguardia europeos y sus rebrotes en todas las Américas:  Desde DADA, el surrealismo y el punk-rock de Sex Pistols hasta el nadaísmo, los beats & la New York School of Poets. Y específicamente los mefíticos –nadaístas radicales–  según Hinostroza  antecesores inmediatos del andesground  de Kloaka, es decir, un underground indio, cholo, achorado, chicha.  La cultura limeña no ha cambiado ni un ápice. Son estructuras  mentales que vienen desde la Colonia. No es fácil erradicarlas, sin embargo algo se hace: hay enclaves subversivos en todos los niveles de la sociedad peruana.

Los tirajes de libros como Kenacourt y Valium 10 de Pimentel, de la antología Estos 13 y en general de la mayoría de libros de poesía de ese tiempo son hoy en día impensables. La poesía ha perdido la atención del público y esto puede ser desalentador para un poeta joven. Todo esto sin agregar el precio elevado que debe pagar un novel para ver su primera obra publicada. ¿Cuál es tu opinión sobre la labor editorial en la poesía peruana hoy? ¿Crees que hay maneras de esquivar el juego del libro impreso hoy en día, en medios como el internet, por ejemplo?

Claro, un medio nuevo es el internet. Cierto que la agitación de los tiempos de la llamada Revolución Peruana de Velasco Alvarado, propició que libros como Kenacort y Valium 10 se compraran –por dependencias de aquel proceso de cambios que llamó la atención del mundo en 1970– por decenas para difundirlos entre las oganizaciones juveniles de sus sistemas de apoyo a la movilización social de las masas. Actualmente vivimos otra historia: la del mercado y las grandes editoriales globalizadas aunque también la de los sellos independientes. Pienso sinceramente que ésto no tiene que ver con la poesía en sí. Son aspectos accidentales de la circulación del libro como mercancía y/ o como producto u objeto artístico. Lo sustancial es la obra; es decir, la textualidad, que es textil y tactil. E inasible al mismo tiempo: El misterio de la poesía que no se resolverá jamás.

Repasando la manera en que se cerró el siglo XX, lo que se ha hecho en esos últimos años, ¿Hacia dónde te parece se dirige la poesía latinoamericana? ¿Consideras, repasando todo lo dicho, que la poesía peruana joven está en crisis?

Siempre está en crisis porque dicha situación es una condición sine qua non para su sobrevivencia. Sin crisis no hay poesía. Un poeta es siempre un ser en estado de crisis. ¿Quién sabe adonde se dirige la poesía? Nadie puede saberlo. A ninguna parte.  Y a todas o a cualquiera de ellas.  Authenticity is another form of artifice afirma Kenneth Goldsmith en el último número  de   . Sé que se dirige a un buen puerto que podría ser el LLauca porque  es rosa en el corazón. O quizá a otros puertos  por conocer  –dentro o fuera del mar–  maybe en el disperso espacio de las inusitadas apariencias y esbeltas muchachas, sílfides del vacío original que –sin duda– es l-e-n-g-u-a-j-e. 

Roger Santiváñez  [Collingswood, New Jersey, Spring and All, mayo de 2015]

Entrevista por Roberto Valdivia

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