La alt lit contada para niños y con manzanas

 

  • ¿Vale la pena hacer un juicio de autocrítica?

Sí, sí vale la pena. Cuando en 2014 mi entusiasmo por los escritores Alt Lit llegó a picos altos era en parte por un vacío de mejores lecturas teóricas. No quiero que esto suene a una excusa, o se lea como el típico argumento “era joven y no sabía”: tomo absoluta responsabilidad de las cosas que dije en ese entonces y en este caso reniego de ellas; al igual que ahora tomo la responsabilidad por los argumentos que escribiré en este texto y también del artículo que Sub 25 publicó hacr un par de días. Y creo que parte de esa responsabilidad es seguir adelante denunciando algo que considero erróneo. La responsabilidad es tomarse a la literatura enserio y traicionar mis antiguas “convicciones”. El público anterior se sentirá decepcionado, pero pensando fríamente, es lo indicado.

En ocasiones anteriores (en los últimos meses) he expuesto mis observaciones en torno a cuáles fueron los aportes de la oleada alt lit a la última generación de escritores. De hecho lo escribo exactamente de esta forma en un artículo sobre poesía peruana joven:

“Y es lo que delimita la influencia e importancia de lo que fue la alt lit (aquel movimiento norteamericano) en la poesía peruana. En un libro como Los Tiempos Jurásicos, que continúa hablando en el modo coloquial, no está el sonido de Hinostroza o Cisneros, está más bien el sonido del error, un sonido extraliterario, de repetición, un sonido que no debería ser. Lo que enseñó la alt lit a Castro y a otros autores contemporáneos a él fue principalmente a escribir desde un lugar no literario, con un fraseo no literario y que no había la necesidad de seguir emulando fielmente la tradición local ni a sus santones para escribir libros importantes.”

https://poesiasub25.com/articulos/dolce-stil-mostro-the-state-that-i-am-in-poesia-peruana-joven/

Para mí la importancia final de la alt lit y su pegada en el Perú y Latinoamérica fue ese viro estético que significó para poéticas innecesariamente acartonadas o amarradas de los pies a su tradición. Nada más que eso, solo procedimientos técnicos. Pero ni siquiera en el sentido de enseñanza de técnicas específicas, sino más bien como un destape de ciertas puertas que exigían ser abiertas.

 

  • ¿Es Norcorea un mal libro?

No, claro que no. De hecho es un libro genial, es probablemente el libro más importante de lo que va de esta generación. Pero es sumamente ingenuo pensar que un gran libro con técnica y oficio no pueda ser criticado negativamente. Lo criticable en Castro es para mí, enteramente, su aspecto ético. Su tratamiento de temas como la libertad desmedida o la irresponsabilidad (que sin embargo son tratados bellamente en Norcorea) me parecen nulamente rebeldes, o sin ánimo de contestar a nada. Eso es para mí el fallo de Castro en cuanto a su obra y a la ética en ella. Porque es un libro que abiertamente muestra su rebeldía y descontento, y sin embargo no logra estructurar una respuesta. O al menos no una que escape del intento momentáneo y presentista del desorden. Sí: Norcorea escribe una respuesta, una que ya caminaron los beatniks y los bolaños del mundo. Una pistola de plomo que se convirtió en pistola de agua.

También pienso que la obra de Castro es y será verdaderamente interesante. Y que de algún modo me resulta genial que exista esa obra. Estoy prácticamente seguro que escribiré sobre ella en cada escalón que vaya pisando, durante muchos años, hasta nuestras muertes.

 

  • ¿Por qué el vacío y la pasividad es lo peor que puede sucederle a una literatura joven?

Algunos de los comentaristas que se sumaron a la polémica apuntaron  a que no posicionarse en alguna postura política desde su obra no era problema alguno. Creo que el problema es que la pregunta no caló en los que respondieron, entonces habrá que explicarla nuevamente:

  • No, la Alt Lit no es apolítica. Ni Los Perros Románticos. El arte es, dado su carácter de universalidad, sumamente político. Más bien, siempre se toma una posición, y hay que tener dos ojos sobre las narices para saber dónde se para uno y ser responsable del lugar al que ha llegado.
  • No, el arte no debe ser explícito. De hecho el arte es principalmente un juego de sutilezas. Doblegar el aspecto técnico (que es siempre (solo) un escalón más importante que el ético) en una obra de arte es condenarla a ser un artefacto de “buenas intenciones”. Es tener un gran corazón. La obra de arte más bien actúa desde un lugar imaginario (Medo dixit) desde el cual replica el mundo. No es de sorprender. La palabra árbol no contiene al árbol. El lenguaje desde siempre ha sido una invención imaginaria, la primera tecnología. La relación entre lenguaje y mundo es isomórfica. Veo la relación entre poesía y mundo de la misma forma.
  • ¿Entonces cuál sería una postura política en el arte? Es simple. La vida y nuestra estancia en el mundo es un perpetuo choque y conflicto con situaciones difíciles. Podemos llamar a estas situaciones problemas. Para resolver estos problemas necesitamos un conocimiento que nos da la habilidad para resolverlos. La poesía es una forma de conocimiento, igual de válida que la filosofía o la medicina, sin embargo, cubren diferentes aspectos del mundo. No se contradicen, se complementan y sumando todos hacen el corpus entero del conocimiento. La respuesta política en el arte, si es que esta obra de arte quiere ser crítica con su entorno, es la de resolver los problemas que se plantea. Esa es una postura política mucho más poderosa que escribir un poema panfletario. La responsabilidad es un camino de disidencia ahora, la responsabilidad que deriva en la permanencia, en medio de una sociedad que en cambio aboga por el inamovible presente, el desapego y la soledad. ¿Hay alguna respuesta para la soledad en Taipeí? Hay alguna respuesta para la miseria en la poesía de Tao Lin? No, y eso es para mí conformismo. Eso es para mí entregarse a las cosas que suceden y pasan, eso es lo denunciable.
  • La pasividad no es necesariamente un silencio en blanco. En los poemas de Oscar García Sierra hay creatividad al igual que en la poesía de Sonrics o Rangel. No todos los vacíos son Goldsmitheanos. El vacío en la poesía de García Sierra, por ejemplo, es la de ignorar responder los problemas que él mismo plantea en el poema (la soledad acompañada, la ironía, etc.). Como respuesta está el coronarse de ellos a modo de dones. Lo especial de los personajes en los libros de estos tres autores es la de ser especialmente miserables por situaciones que acaban siendo ingeniosas y divertidas. Para mí este procedimiento es una banalización del problema y no deriva en un sentimiento diferente a la de un entregado conformismo
  • Un paso adelante me parece la poesía de Scicitano en Be a Body. ¿Por qué? Podría delimitar un símil junto a otra autora norteamericana, la única del núcleo alt lit que me gusta aun hoy en día: Ellen Kennedy. Ambas retratan el dolor, no a manera de don, sino llevando éste hacia el aura de la culpa y el arrepentimiento. Y es la culpa y el arrepentimiento -sinceros, sin bromas sobre lo mal que te encuentras,- los primeros pasos antes de la rehabilitación en los círculos de alcohólicos anónimos.
  • Sí, La Alt Lit es política. Los Perros Románticos son políticos. Y su posición es la pasividad.

 

  • ¿Es necesario hablar de los modos de difusión y promoción que tuvieron estos autores para analizar su obra?

Sí, porque de hecho desnuda fielmente la entrega de los autores mencionados y muchos más al método del espectáculo. La difusión que tuvieron autores como Luna Miguel, Castro y etcétera no fue la difusión de un libro, fue la difusión de un personaje entero, un personaje que es la replicación de una Celebridad al pequeño mundo literario. Algo similar a lo que sucedió el año pasado en el Perú con el boom de la “autoficción”: conectar las experiencias personales con la obra del arte de manera explícita deriva en eso. Deriva en gente inspeccionando las letras de Lemonade para saber de la infidelidad de Jay Z. El arte no está allí. He ahí el espectáculo. He ahí el entretenimiento.

Y como varios reseñistas han apuntado al acercarse a la poesía de García Sierra, mucho tienen sus poemas con la dinámica de los tweets y los estados de Facebook. Siempre he pensado que la dinámica de escritura sobre estas redes sociales que obligan al usuario a limitarse a formatos bastante cortos en extensión también son formas de presentismo aceptadas socialmente. No hay reflexión en 140 palabras. Ni siquiera Catarsis, puesto que esta siempre conlleva a un aprendizaje mayor luego del dolor. Hay más bien desfogue. La ilusión de un acercamiento al problema cuando este solo se menciona.

Y bien, todos sabemos que la vida es dura. Que de los problemas que se nos aparezcan en el camino habrán muchos con los cuales caeremos derrotados. Sí. ¿Pero entregaremos nuestra felicidad, nuestras convicciones, al plácido lugar del silencio? ¿Aceptaremos nuestras desgracias con redondos tweets, sonrisas nerviosas luego del desastre? ¿Dejaremos partir las cosas tan fácilmente? ¿Acabaremos los 90 minutos del 4-0 en contra metiéndonos autogoles solo porque pensamos que la remontada es imposible? ¿No es más digno acabar el partido 4-3? Creo que no hay un gesto político más digno y político como intentar darle una respuesta a las cosas. Creo que ese gesto es más político que irse de mochileros o volverse vegano. Y es más total que aquel del de los pequeños relatos, la abogacía socialmente aceptada por minorías que es urgente como activismo social, mas prescindible en el arte como un Fin.

  • ¿Y entonces que propones?

Es curioso que sea una generación de jóvenes artistas en los que haya encontrado una dosis tan alta de conformismo. Tuve una conversación con Kevin Castro en la cual acabé instándole a “tomárselo en serio” y creo que Castro no entendió mi punto. Yo sé que hay una gran camada de autores ligados intencionalmente o no a Los Perros Románticos que trabajan su obra como un oficio admirable. Kevin es uno de ellos, y no es que sepa de ello porque lo conozca, sino porque es verificable en la técnica de sus poemas desde Norcorea. Pero a eso no me refiero al decirle que “se lo tome en serio”. Tampoco a que vaya a recitales a difundir su obra o la de autores que admire.  O los edite. Me gustaría que Castro se tomara en serio analizando inteligentemente la manera de disidencia que elige sobre el papel. La rebeldía y la libertad sin contrapeso es un gesto digno de los enterrados surrealistas. ¿Por qué? Porque vivimos en un mundo feliz en el cual todo está permitido. Porque somos parte de una generación analgésica que sataniza el dolor. Que responde a él riéndose. Que escapa. Que vive el día como el único día del universo. Que se esconde de la muerte. Es frustrante para mí como lector que Castro encamine su talento hacia ese lugar. Espero con la mejor de mis intenciones que el camino de Castro torne por uno más “real” (real en el sentido de aceptación de ciertas leyes de la vida que detallaré al final de esto) en sus próximas obras.

La sociedad en la que vivimos nos enseña que los gestos verdaderos de rebeldía son inútiles puesto que nunca lograremos un cambio total del sistema. Es cierto, pero como ya he mencionado antes, vale la pena intentarlo. No solo porque el final no tiene final hasta que uno muere, sino porque dado que el arte también es una forma de conocimiento, el conocimiento que nuestra generación elabore no se perderá en el aire ni serán lágrimas en la lluvia. Este conocimiento será tomado por las próximas generaciones que tomarán nuestra posta para responder a las preguntas que nos derrotaron y a las que su tiempo y época generarán. Entonces vale la pena ser rebelde. Vale la pena hablar. Porque si no hablamos alguien siempre hablará por nosotros, y lo más probable es que tenga la modulada voz de una modelo de televisión. Vale la pena tener una fe, una convicción y un amor que construir y permanecer en él con vehemencia y fuerza.

En un mundo en el cual el más sofisticado argumento puede pesar igual que la opinión más ligera, nos toca defender nuestras posiciones con vehemencia. Ante ella se presentarán problemas gigantes que el artista comprometido con su tiempo (aquel que se ha dignado a resolver los problemas) logrará vencer. Este artista tendrá esperanza. Este artista llegará hasta las últimas consecuencias (en el buen sentido): les recomiendo ese camino. Deben haber muchos, diferentes caminos de rebeldía que escapen a mi inteligencia. Pero no podrán transitarlos entregándose plácidamente. Conserven más bien su convicción. Instauren la esperanza en sus vidas como una forma de fascismo.

O obtengan en el último minuto previo a la muerte una inconmesurable culpa. O el miedo de no haber amado nunca nada y esperar el final a solas. La primera vez que escuché Like a Rolling Stone pensé que era una canción sobre el despecho, la típica canción de alguien quejándose de una antigua amada. En ese entonces era un niño que no pudo apreciar la verdadera belleza de esa canción. Like a Rolling Stone es una hermosa reflexión sobre una ley que ningún ser vivo puede ignorar: la de la responsabilidad de tus decisiones y la extensión finita de tu vida.

Puedes vivir el presente en toda su extensión sin pensar en el día en el que tengas que tomar decisiones o atarte a ciertas cosas. De la misma manera que un niño puede tomar un avión con la mano y jugar a que la gravedad no existe, hasta un día ignorarla por completo, abrir la ventana y lanzarse. Tarde o temprano el hecho de haber ignorado la trascendencia de la vida y la responsabilidad inherente volverá a cortarte la cabeza. Y dolerá porque ya no habrá más tiempo. Entonces es mejor no arrepentirse en la última hora ni despedirse con una mueca aún más triste que la pose de Tao. Vale más atreverse.

 

Se acabó la fiesta y es la hora de sembrar los dátiles.